Despropósitos culinarios: cebolla caramelizada

Está muy bien eso de tomar cebolla caramelizada con queso de rulo de cabra, sí, pero lo que no es tan bueno es que el primer ingrediente sea caramelo con un poco de cebolla.

Soy muy amigo de probar cosas nuevas en la cocina —bien inventos míos, o recetas de toda la vida—, la mayoría de las veces sale bien, pero cuando no… suele ser catastrófico.

Hoy he decidido que ya era hora de intentar hacer cebolla caramelizada que total tampoco tiene mucho misterio, pero ya te te molestas en consultar un par de recetas en Google por si acaso, estaría bien que por lo menos te fijases en las proporciones (y no sólo en lo del chorrito de vinagre al final).

Para media cebolla, jamás hay que echar tres cucharadas soperas de azúcar. Siempre menos.

De lo contrario, el resultado es la sustancia más pegajosa jamás vista (caramelo) con un poco de cebolla en su interior. Afortunadamente he podido servir al engendro mientras todavía estaba caliente y viscoso para separarlo en cada tostadita con el queso. Eso sí, una vez se ha enfriado, lo más difícil era conseguir despegar cada montadito del plato —y del paladar una vez en la boca—. Quizás la parte divertida del invento ha sido que al masticarlo se escuchaba «Crac, crac«, y no era por la tostada.

Creo que lo único que he hecho bien ha sido fregar todo inmediatamente, y ya me ha costado lo mio. Si lo dejo hasta mañana apuesto a que invento el superglú casero.

Suerte que he podido escribir este post y no tenía que dictarlo o contarlo, porque ahora mismo no puedo despegar la boca (en este momento soy el compañero perfecto).

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