Hace unos días un amigo me dejó la revista Investigación y ciencia del pasado diciembre. Él se ha aficionado (y de hecho se ha hecho subscriptor recientemente) y en un intento por joderme la vida (son seis euros cada ejemplar) me la prestó para ver si yo también me enganchaba. Que esté dedicando un post a un artículo no es buena señal para los bolsillos.
Me ha llamado la atención uno llamado Observación y control del cerebro, en el que explican como, mediante pigmentos electrosensibles, se trata de analizar los flujos de impulsos entre las neuronas del cerebro al someter al individo a diferentes situaciones. Se pretende no sólo «cartografiar» el cerebro, sino aprender cómo reacciona y poder controlarlo.
Uno de los experimentos sobre este último aspecto lo realizan sobre moscas activando unas neuronas que provocan la huida del insecto. Para activarlas utilizaron un circuito fotosensible, de modo que cuando la mosca recibía un destello de luz ultravioleta salía volando.
Conforme lo leía pensé: «¿Y si la mosca huye porque ve la luz? Deberían apuntar con el láser a moscas modificadas y moscas normales«. Por supuesto, pronto hablan sobre este problema, pero la solución es mucho más radical:
«Para resolverlo, recurrimos a un sencillo, aunque burtal, experimento: cortar la cabeza a las moscas. Decapitados, esos insectos sobreviven uno o dos días y mantienen intactos los circuitos de generación de patrones en el interior de sus ganglios torácicos (un tosco equivalente de la médula espinal de un vertebrado). Al incidir la luz en tales circuitos, saltaron al aire cuerpos de otro modo inertes. Si bien los vuelos fueron inestables y acabaron en espectaculares caídas o colisiones, su mera existencia demostraba que el láser contrlaba el circuito generador de patrones; de ningún otro modo podían detectar la luz y reaccionar a ella unos animales sin cabeza.»
Más adelante, en este mismo artículo, se habla sobre un experimento español, en el que un científico controlaba a distancia el comportamiento de animales mediante señales de radio transmitidas a electrodos implantados en el cerebro. Para demostrar su sistema, José Manuel Rodríguez Delgado paró un toro furioso en plena embestida hacia él mismo.
Yo el experimento del toro no lo hago ni loco. Para que falle el sistema en ese momento. Si te gustan los artículos divulgativos de ciencia, te recomiendo un libro de Punset, «Cara a cara con la vida, la mente y el universo», muy didáctico e interesante. Saludos.
Jeje, yo tampoco me pondría delante, es como el experimento de Lisa sobre los matones pegando a empollones xD. Y el libro… pues ya me lo apunto en la lista de pendientes. Gracias por la recomendación.