El año pasado leí este libro homónimo de Javier Marías —el primero que leía del autor, pese a adorar sus artículos— y no me disgustó. Tiene un estilo muy personal, divagando constantemente sobre temas que nada tienen que ver con la narración, mediante los cuales Javier Marías aprovecha para reflexionar sobre el mundo y recordar vivencias. Por lo visto todo lo que escribe es en este plan, lo cual detestan algunos, pero a mí me llegó a gustar la novela.
Pero lo que más se repite —y que me ha llevado a escribir este post— es la frase que da título al libro, extraída de Ricardo III. Parece ser que Javier Marías escoge los títulos de todas sus novelas de diálogos de obras de Shakespeare. Ya no me acordaba, pero supongo que la reciente lectura de Hamlet la ha relacionado en mi cerebro y la ha activado, así que llevo un par de días acordándome de esta cita. Pensaba que la había publicado aquí, y no la encontraba, pero resulta que lo hice en un comentario en la Academía de Chimpancés. Para no volverme loco la próxima vez, lo copio aquí también.
No parece estar claro quién lo dice, ni si son las palabras exactas, pero me gusta tal cual está. En un foro especulan que pueda ser «el conjuro de Bakio, un anatema guerrero al que Shakespeare recurrió para maldecir a Ricardo III y asegurar su derrota en la última batalla contra Richmond». Sea como sea, hace unos días que no sale de mi cabeza, así que a ver si escribiéndola se asienta.
Mañana en la batalla piensa en mí,
y caiga tu espada sin filo: desespera y muere.Pese yo mañana sobre tu alma,
sea yo plomo en el interior de tu pecho
y acaben tus días en sangrienta batalla:
caiga tu lanza.Piensa en mí cuando fui mortal,
desespera y muere.Llena ahora tu sueño de perturbaciones.
Mañana en la batalla piensa en mí,
y caiga tu espada sin filo.Mañana en la batalla piensa en mí,
cuando fui mortal,
y caiga herrumbrosa tu lanza.Pese yo mañana sobre tu alma,
sea yo plomo en el interior de tu pecho
y acaben tus días en sangrienta batallaMañana en la batalla piensa en mí,
desespera y muere.
Bueno, he sido un poco parco al hablar del libro (PDF descargable en MediaFire) de Javier Marías. La historia empieza muy interesante: El protagonista, Victor Francés, es un escritor de mediana edad invitado (en su segunda cita) a cenar a la casa de una mujer cuyo marido está de viaje de negocios en Inglaterra; sin embargo, cuando deciden pasar al dormitorio, ella empieza a sentirse mal y muere entre sus brazos. La novela parte de las reflexiones sobre la muerte que Victor inexorablemente piensa tras tan dramático suceso y continua con un intento por calmar la inquietud que la infidelidad no consumada despierta en él. A continuación, un extracto del principio:
«Fue una suerte que aún no estuviera desnuda, o no del todo, estábamos justamente en el proceso de desvestirnos, el uno al otro como suele suceder la primera vez que eso sucede, esto es, en las noches inaugurales que cobran la apariencia de lo imprevisto, o que se fingen impremeditadas para dejar el pudor a salvo y poder tener luego una sensación de inevitabilidad, y así desechar la culpa posible, la gente cree en la predestinación y en la intervención del hado, cuando le conviene. Como si todo el mundo tuviera interés en decir, llegado el caso: ‘Yo no lo busqué, yo no lo quise’, cuando las cosas salen mal o deprimen, o se arrepiente uno, o resulta que se hizo daño. Yo no lo busqué ni lo quise, debería decir yo ahora que sé que ella ha muerto, y que murió inoportunamente en mis brazos sin conocerme apenas —inmerecidamente, no me tocaba estar a su lado—. Nadie
me creería si lo dijera, lo cual sin embargo no importa mucho, ya que soy yo quien está contando, y se me escucha o no se me escucha, eso es todo. Yo no lo busqué, yo no lo quise, digo ahora por tanto, y ella ya no puede decir lo mismo ni ninguna otra cosa ni desmentirme, lo último que dijo fue: ‘Ay Dios, y el niño’. Lo primero que había dicho fue: ‘No me siento bien, no sé qué me pasa’».
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