Acabo de leer unas interesantes reflexiones que hace Bertrand Russell en un artículo titulado Contra el trabajo, aunque en otras fuentes lo presentan como Elogio de la ociosidad. En las dos últimas creo que está íntegro, a diferencia del primer enlace, pero es donde lo he empezado a leer (enlazado por alguien en los comentarios de esta noticia sobre la venta de robots para asistir a personas en su vida diaria).
Copio un par de párrafos (las negritas son mías) que ilustran muy bien una idea muy importante sobre nuestra sociedad:
«Gracias a la técnica moderna podría reducirse considerablemente la cantidad de trabajo necesaria para asegurar que todos tengan lo imprescindible. Esto se hizo evidente durante la segunda guerra mundial. En aquel entonces, todos los miembros de las fuerzas armadas, todos los hombres y mujeres ocupados en la fabricación de municiones, todos los hombres y mujeres dedicados al espionaje, a hacer propaganda bélica o que se desempeñaban en las oficinas militares, quedaron al margen de las labores productivas. A pesar de ello, el nivel general de bienestar material entre los asalariados no especializados de las naciones aliadas fue más alto que antes y que después. La importancia de este hecho quedó encubierta por las finanzas: los préstamos creaban el espejismo de que el futuro estaba alimentando el presente. Pero esto, desde luego, era imposible; un hombre no puede comerse una rebanada de pan que aún no existe. La guerra demostró de modo concluyente que la organización científica de la producción permite que la población moderna goce en un bienestar considerable con sólo una pequeña parte de la capacidad de trabajo mundial. Si la organización científica (concebida para permitir que algunos hombres lucharan y fabricaran municiones) se hubiera mantenido después de la guerra, y se hubiera reducido a cuatro horas la jornada laboral, todo habría marchado perfectamente. En lugar de ello, se restauró el viejo caos: aquellos cuyo trabajo era necesario se vieron obligados a trabajar largas horas, y al resto se le condenó a morir de hambre por falta de empleo.»
[…]
«Supongamos que cierto número de personas trabaja en la manufactura de alfileres Digamos que en ocho horas diarias hacen tantos alfileres como el mundo necesita. Alguien inventa un método con el cual el mismo número de personas puede duplicar el número de alfileres que hacía antes. Pero el mundo no necesita duplicar ese número de alfileres: los alfileres son ya tan baratos que difícilmente podría venderse uno más a un precio inferior. En un mundo sensato, todos los implicados en la fabricación de alfileres pasarían a trabajar cuatro horas en lugar de ocho, y todo lo demás continuaría como antes. Pero en el mundo real esto se juzgaría desmoralizador. Los hombres siguen trabajando ocho horas; hay demasiados alfileres; algunos patrones quiebran, y la mitad de los hombres antes empleados en la fabricación de alfileres son despedidos y quedan sin trabajo. Al final, hay tanto tiempo libre como en el otro plan, pero la mitad de los hombres están absolutamente inactivos, mientras la otra mitad trabaja demasiado. De este modo queda asegurado que el inevitable tiempo libre produzca miseria por todas partes, en lugar de ser una fuente de felicidad universal. ¿Puede imaginarse algo más insensato?»
Creo que plantea cosas muy lógicas e interesantes que más de uno ha tenido que pensar en alguna ocasión. Desde que leí RUR: Robots Universales Rossum, tengo claro que éste sería el bonito futuro de la Humanidad: robots realizando todos los trabajos, cultivando toda la comida, descargando de todo ello a los humanos, y permitiéndoles pensar. En una sociedad así no sería necesario el dinero, habría recursos para todos y las personas podrían dedicar su tiempo a las relaciones sociales, al ocio, a investigar, a educarse, al conocimiento: a ser humanos. También he descubierto una iniciativa que busca este fin, The Venus Project.
Sin embargo, como bien indica Russell, se está haciendo todo lo contrario, tomando el camino irracional, el egoista, el injusto. Pero es lo que tiene estar en manos de un montón de hijosdeputa que sólo piensan en acumular dinero.
Si volvemos al ejemplo de los alfileres que he citado antes, veremos claramente que el dueño de la fábrica va a seguir ganando el mismo dinero vendiendo alfileres, pero estará pagando la mitad de sueldos.