El origen de los gnomos

Artículo de la Wikipedia sobre la seta venenosa/alucinógena Amanita Muscaria:

Es la seta que aparece habitualmente, dibujada en libros infantiles. Según la fantasía popular, es en este hongo que habitan los gnomos. Algunos autores sostienen que tal asociación se debe a la visión deformada del hongo causada por el enteógeno tras su ingestión; la muscarina, entre muchas de sus acciones sobre el sistema neurológico, causa la apreciación deformada de formas y distancias. El compuesto venenoso se llama muscarina y el compuesto enteogeno o psicoactivo se llama acido ibotenico y si el hongo se deja secar se convierte en muscimol.

Amanita Muscaria

Así, la seta, primer objeto visto al sufrir tales efectos, se acaba asemejando a un hombrecillo; el sobrero rojo con topos blancos se alarga formando el característico cono que usan los gnomos en la cabeza, y el pie blanco se transforma ante la visión de los humanos en la imponente larga barba blanca.

Esto, junto con la creación de chispas luminosas en nuestra visión (fosfenos) por la interpretación errónea de los estímulos recibidos en el nervio óptico, ha hecho que la tradición popular caracterizara a los gnomos como veloces y esquivos.

Cuatro relatos de Aldous Huxley

El título del libro es El Joven Arquímedes, pero éste es sólo uno de los 4 relatos que aparecen en él. Teniendo como referente de Aldous Huxley la novela distópica Mundo Feliz, pensé que sería un escrito de ciencia-ficción, o al menos narrados en el futuro. Nada más lejos de la realidad, los cuatro relatos fueron escritos en 1943 y están ambientados en la misma época. En todos se puede leer una crítica a diversos temas, y textos cargados de ironía.

El joven Arquímedes, se desarrolla en Italia y trata sobre un chiquillo sin educación, hijo de campesinos, cuyos vecinos —cultos ingleses— se percatan de su predisposición natural para la música. Le instruyen en ella por el mero placer de hacerlo, pero descubren que no será tan sobresaliente como esperaban; sin embargo, resulta que es, en realidad, un genio para las matemáticas. Entre tanto, la propietaria de las tierras, poco menos que obliga al campesino a «dejarle» una temporada al niño, con la intención de adoptarlo en el futuro. Con fatales consecuencias.

Los Claxton, narra la historia de una familia inglesa totalmente ortodoxa con su religión. La madre impone una vida de ascetismo a toda su familia para elevar su espiritualidad al máximo, renegando incluso de médicos en lo posible, y siendo estrictos vegetarianos. Cuantos más sacrificios hacen, más espirituales se sienten, y mejor les va su economía. Con fatales consecuencias.

Cura de reposo, es la historia de una delicada señorita casada con el hombre equivocado —un científico obsesionado con su trabajo y racionalista hasta en sus emociones— del que pronto termina harta con un ataque de histeria y a la que mandan a reposar en un mejor clima a la Toscana italiana. Allí, un joven hostelero elegante y educado al extremo comienza a cortejarla y a ser su chico para todo. Por supuesto, con fatales consecuencias.

El monóculo, es el instrumento que utiliza el protagonista de este relato para aparentar una mayor clase social y darse aires de intelectualidad en una fiesta de bohemios de la alta sociedad. Me ha parecido el más soso de los tres y no termina con lo que se puedan llamar «fatales consecuencias«.

Intenté que fuese la última entrada del año del último libro del año, pero no me dió tiempo a terminarla de escribir, así que con esta reseña del último libro del 2008 empiezo los atrículos del 2009.

Hipótesis Némesis

Llevo un par de días leyendo artículos sobre el Universo en la Wikipedia, y he dado con algunos interesantes, como esta curiosa idea.

La Hipótesis Némesis predice que el Sol forma parte de un sistema binario (dos estrellas orbitando alrededor del centro de masas común) con otra estrella que, como no hemos podido ver hasta ahora, se tratará probablemente de una enana marrón, enana roja, o incluso un agujero negro.

Parece una loca paranoia a priori, y catastrofista, puesto que el nombre, la diosa griega de la destrucción, se debe a que cuando esta estrella en su órbita se acerque lo suficiente a nuestro Sistema Solar, podría perturbar las órbitas de los objetos de la nube de Oort y lanzar una lluvia de cometas al interior del Sistema Solar, donde nos encontramos. Quisiera recordar, que en esta nube se predice que existan entre uno y cien billones de cuerpos (cometas y asteroides) orbitando el Sol desde más allá de Plutón, hasta un año luz de distancia.

A favor de esta idea, el astrónomo John Matese, de la Universidad de Lousiana, «estudió las órbitas de ochenta y dos cometas de la nube de Oort, afirmando que sus órbitas tenían algunos elementos extraños en común que sólo se podían explicar por la influencia gravitacional de un objeto de varias veces el tamaño de Júpiter. Según su hipótesis, el nuevo planeta estaría 30.000 veces más lejos del Sol que la Tierra, y haría su órbita alrededor del Sol en el sentido opuesto al de los otros miembros del Sistema solar».

Esa hipótesis explicaría la posible periodicidad en los impactos de cometas en la Tierra, y quizás una tendencia en algunas épocas de recibir mayor número de impactos.

Los físicos Richard Muller y Robert Rohde estudiaron detalladamente el registro fosil durante los últimos 542 millones de años y descubrieron una clara regularidad en las extinciones masivas de animales (con sus correspondientes «explosiones» de nuevas especies). Afirman que las extinciones están ahí, a ciclos regulares de 65 millones de años (en otros artículos se citan 26 millones), y que hay algo que las produce. Especulan sobre procesos internos de la Tierra que le lleven a generar explosiones volcánicas masivas de forma cronológica, o por culpa de impactos de cometas.

Puesto que la mayoría de cometas de nuestro Sistema Solar orbitan tranquilamente en la nube de Oort, es necesario que se perturbe su órbita mediante la gravedad de otros cuerpos. Aquí se especula con el Planeta X, la estrella Némesis, o «que el sistema solar pasa a través de un excepcionalmente masivo brazo de nuestra galaxia espiral, la Vía Láctea, cada 62 millones de años, y que ese incremento de la gravedad galáctica podría disparar una lluvia de cometas tremendamente destructiva que podría causar los ciclos de extinción masiva sobre la Tierra».

Ahora me gustaría enlazar con otro artículo que leí recientemente, el de la Habitabilidad Planetaria, pues las lluvias de cometas en nuestro planeta no son en realidad tan fatales siempre. Posiblemente tengamos ahora mismo tanta agua y otros elementos necesarios para la vida gracias a estos impactos:

«A pesar de ello, la liberación de gases volcánica no puede explicar la cantidad de agua que hay en los océanos de la Tierra. La gran mayoría del agua, y podría decirse que del carbono, necesaria para la vida tuvo que venir del sistema solar exterior, lejos del calor solar donde pudo permanecer sólida. Los cometas que impactaron con la Tierra en los primeros años del Sistema Solar habrían depositado vastas cantidades de agua, además de los otros compuestos volátiles necesarios para la vida (incluyendo los aminoácidos), sobre la joven Tierra, proporcionando la chispa de ignición para la evolución de la vida.

Por tanto, aunque hay razones para sospechar que los cuatro «elementos vitales» están disponibles en cualquier parte, es probable que un sistema habitable también necesite un suministro a largo plazo de cuerpos en órbita que siembre los planetas interiores. Sin los cometas es posible que la vida que conocemos no existiera en la Tierra. También existe la posibilidad de que otros elementos distintos de los imprescindibles en la Tierra sean los que proporcionen una base bioquímica para la vida en otros lugares; ver bioquímica alternativa.»

Sin embargo, en este mismo artículo no achaca esas lluvias de cuerpos a un posible Némesis, sino a los gigantes gaseosos Júpiter y Saturno, ya que durante la formación del Sistema Solar «[Júpiter] aumentó la excentricidad de la órbita del cinturón de asteroides y permitió a muchos objetos cruzar la órbita de la Tierra y proporcionar al planeta compuestos importantes. Antes de que la Tierra alcanzara la mitad de su masa actual, cuerpos helados de la región de Júpiter y Saturno y pequeños cuerpos del cinturón de asteroides primordial proporcionaron agua a la Tierra por la dispersión gravitatoria de Júpiter y, en menor medida, de Saturno». A estos cuerpos, se les denomina general mente Buenos Jupíteres ya que una vez se ha formado el sistema «ayudan a estabilizar las órbitas, y por tanto los climas, de los planetas interiores. Segundo, mantienen al sistema solar interno relativamente libre de cometas y asteroides que podrían provocar impactos devastadores».

Volviendo a la posible compañera de nuestro astro rey, otro posible argumento a favor es el descubrimiento de Sedna en 2003, un objeto planetoidal al doble de la distancia de Plutón al Sol y de un tamaño similar. Tan lejos parece ser muy difícil que se haya formado, y es muy raro que mantenga su órbita donde está actualmente, de modo que una de las hipótesis que salvan esta idea es que exista otra estrella orbitando con el Sol.

Pese a todo, es una idea que no convence a la mayoría de los científicos, y que no ven tan claro que nuestro astro deba formar parte de un sistema binario. Parece ser que las evidencias no son tan claras como las pintan algunos

Hombres verdaderos VS animales capaces de aprender

«Pensaba en las enormes diferencias entre seres humanos. Clasificamos los hombres por el color de sus ojos y de su pelo, por la forma de sus cráneos. ¿No sería mejor dividirlos en especies intelectuales? Habrá siempre un más ancho abismo entre los extremos tipos mentales que entre un bosquimano y un escandinavo. Este niño, pensaba, cuando crezca, será, comparado conmigo, lo que un hombre es comparado con un perro. Y hay otros hombres y mujeres que son casi perros comparados conmigo.
Tal vez los hombres de genio son los hombres verdaderos. En toda la historia de la raza humana sólo ha habido algunos miles de verdaderos hombres. Y el resto de nosotros ¿qué somos? Animales capaces de aprender. Sin la ayuda de los verdaderos hombres, no habríamos descubierto casi nada. Casi todas las ideas que nos son familiares nunca se les hubieran ocurrido a espíritus como los nuestros. Si se siembra en ellos, la semilla germina, pero nuestro espíritu habría sido incapaz de engendrarlas.
Hay naciones enteras de perros, pensaba yo, épocas enteras en las que no ha nacido ni un Hombre. De los pesados egipcios recogieron los griegos la dura experiencia y reglas empíricas para hacer ciencias. Pasaron más de mil años antes que Arquímedes tuviera un sucesor que se le pareciera. No ha habido más que un Buda, un solo Jesús, un solo Bach cuyo nombre nos haya quedado, un solo Miguel Ángel.
¿Será una pura casualidad que nazca un Hombre de tiempo en tiempo? ¿Qué será lo que produce toda una constelación de ellos en una misma época y en un mismo pueblo?
Taine creía que Leonardo, Miguel Ángel y Rafael nacieron en ese momento porque la época estaba madura para grandes pintores y el paisaje italiano estaba en armonía. En boca de un francés racionalista del siglo diecinueve, resulta esta doctrina extrañamente mística; no por eso tal vez menos cierta. ¿Pero coma explicar los que nacen fuera de su tiempo? Blake, por ejemplo. ¿Cómo explicarlos?
Este niño —pensaba yo— ha tenido la suerte de nacer en una época en la que podrá emplear útilmente sus capacidades. Encontrará a mano los métodos analíticos más perfeccionados; tendrá detrás de sí una prodigiosa experiencia. Supongamos que hubiera nacido en la época de los monumentos megalíticos; hubiera podido consagrar toda su vida a descubrir los rudimentos, a adivinar vagamente lo que ahora podría probar, quizá. Nacido en la época de la conquista normanda, hubiera tenido que luchar con todas las dificultades preliminares creadas por un simbolismo inadecuado; le hubiera tomado años, por ejemplo, aprender el arte de dividir MMMCCCCLXXXVIII por MCMXIX. En cinco años, ahora, aprenderá lo que han necesitado generaciones de Hombres para descubrir. Y yo pensaba en la suerte de todos los Hombres que nacieron tan lamentablemente a destiempo, sin poder llevar a término nada o muy poco de algún valor. Si Beethoven hubiera nacido en Grecia, pensaba, hubiera tenido que contentarse con tocar sencillas melodías en la flauta o la lira; en ese clima intelectual le hubiera sido casi imposible imaginar la naturaleza de la armonía.»

Aldous Huxley — El Joven Arquímedes

Una Odisea Espacial 2001

Hace muchísimo tiempo que Varislav me prestó este famoso libro que Arthur C. Clarke escribió a partir del guión que creó junto a Stanley Kubrick para la película 2001: Una odisea del espacio. Creo que empecé a leerlo, pero lo dejé a las pocas páginas; imagino que en una combinación de temporada no lectora más un inicio algo pesado. La semana pasada decidí darle otra oportunidad y he quedado muy satisfecho.

Quizás si no tienes gran ilusión por leerlo puede resultar algo cansado: aunque los 60 estén realmente cerca, la traducción contiene expresiones y palabras que ya apenas se usan («me perezco por saberlo»), y la temática quizás sea un tanto extraña para algunos. Aún así, me ha parecido una lectura de lo más recomendable.

Sin lugar a dudas, lo mejor del libro, es que explica con todo detalle lo que ocurre y por qué, muy al contrario de lo que a mi gusto sucede con la película. Al final no te quedas con el desagradable regusto de no haber entendido absolutamente nada.

En el prólogo, Román Gubern copia un extracto de una entrevista a Kubrik por la revista Positif, donde relata las razones que le llevaron a escoger el tema de su película:

 «La imaginación se desencadena libremente cuando se considera lo que podría ser la evolución última de la inteligencia, no en diez mil años, ni en cien mil años, sino en millones de años. Pues nuestro Sol no es particularmente viejo. En gran número de otros mundos, la vida y la inteligencia se crearon hace mucho más tiempo. Lo que también me ha fascinado es que, cuando se trata de imaginar las posibilidades de la inteligencia en un millón de años, uno se da cuenta de que la vida alcanzará varios niveles.
En primer lugar, la inmortalidad biológica. Los químicos piensan que se puede detener con medios químicos el envejecimiento de las células, e incluso invertir su proceso. Esto constituye la primera etapa, en trescientos o quinientos años.
En una etapa posterior, en diez o cincuenta mil años, las máquinas-inteligencias desempeñarán un primer papel en el planeta, pues todas las experiencias que las criaturas biológicas puedan conocer podrán ser también vividas por las máquinas.
Tendremos un mundo en el que las máquinas serán más útiles que los hombres porque no estarán limitadas por sus experiencias personales, sino que dispondrán de toda la experiencia que es posible registrar.
En una etapa final, se llegará a entidades que tendrán un conocimiento total y podrán convertirse en seres de energía pura, en una especie de espíritus.  Tendrán probablemente una potencia cuasi-divina: comunicación telepática con todo el Universo, dominio completo sobre todas las materias, capacidad para hacer cosas que hoy se atribuyen solamente a Dios. Esto es lo que me fascinó en el tema, es el fondo de la película y su razón de ser».

Aunque sea Kubrick hablando sobre su película, tanto ella como el libro son fruto del trabajo contunto entre él y Clarke, así que también es aplicable a lo leído en el libro. Quiero citar un par de textos en su contexto, así que explicaré parte de la trama, si alguien no conoce la historia y piense leer el libro, quizás no deba seguir. Si ya habéis visto la película, no os descubriré nada nuevo, pero creo que ayudará a comprender.

Al inicio comienza narrando la dura vida de una «tribu» de monos, en una seca llanura africana. Pese a estar rodeados de potencial comida, los miembros de estos simios no son lo suficientemente fuertes como para matar a los animales con los que conviven, así que se limitan a forrajear lo que pueden.

La llegada del monolito cambia las cosas, y durante varias noches se apodera de sus cerebros probando diferentes acciones y mostrándoles imágenes de una vida mejor y de la utilización de herramientas. Introduce el malestar en sus vidas, la incomodidad de saber que podrían vivir mucho mejor. Esto es, a mi juicio, lo que quiere Clarke que entendamos como la causa final de que finalmente decidan empuñar un hueso como arma. Los últimos párrafos de esta parte terminan así:

   «El primer hombre verdadero tenía herramientas y armas sólo un poco mejores que las de sus antepasados de un millón de siglos atrás, pero podían usarlas con mucho más habilidad. Y en algún momento en los oscuros milenios pasados, habían inventado el instrumento más especial de todos, aún cuando no pudiera ser visto ni tocado. Habían aprendido a hablar, logrando así su primera gran victoria sobre el Tiempo. Ahora, el conocimiento de una generación podía ser transmitido a la siguiente de modo que cada época podía beneficiarse de las que la habían precedido.
A diferencia de los animales, que conocían sólo el presente, el hombre había adquirido un pasado, y estaba comenzando a andar a tientas hacia un futuro.
»

Una vez encuentran otro monolito en la Luna y descubren su envío de señales radioeléctricas en dirección a Saturno al contacto con la luz solar, fletan una nave espacial para averiguar qué ocurre allí. En ella viajan tres científicos hibernando que conocen el verdadero objetivo de la misión, y dos pilotos de la nave que piensan que sólo es un viaje de exploración para saber más de este planeta. El sexto tripulante es el ordenador HAL 9000, cerebro y sistema nervioso de la nave, que se encarga de realizar la mayor parte de las tareas de control. Se trata de una potente inteligencia artificial que también conoce el objetivo real de la misión.

De hecho, HAL (computador ALgorítmico Heurísticamente programado) está tan conseguido, que llega a tomar consciencia de sí mismo, con los problemas que ello acarrea. Se da cuenta de que está mintiendo constantemente a los dos pilotos al conocer el verdadero objetivo de la misión y ellos no, de modo que reflexiona que cuando lleguen a su destino ellos lo sabrán y no podrán confiar más en él. De hecho, puesto que ningún ordenador de la serie HAL 9000 se ha equivocado jamás, este comportamiento podría ser considerado como tal. Así pues, intenta primero frustrar la comunicación entre la nave y la Tierra para que no se descubra el pastel, pero lo único que consigue es que los tripulantes se planteen su desconexión al comprobar que no se está comportando normalmente. HAL descubre las intenciones de los humanos, y trata de evitarlo como puede, terminando sólo con Dave Bowman como único superviviente de los cinco astronautas y las funciones de más alto nivel cerebral del ordenador, desactivadas.

Cuando la nave ya está llegando a Saturno, Clarke nos descubre por qué los monolitos, en el capítulo 37 – Experimento, que reproduzco íntegro:

«Ahora estaba finalizando la larga espera, en otro mundo aún, había nacido la inteligencia, y estaba escapando de su cuna planetaria. Un antiguo experimento estaba a punto de alcanzar su apogeo.
Quienes habían comenzado este experimento, hacía tanto tiempo, no habían sido hombres… ni siquiera remotamente humanos. Pero eran de carne y sangre, y cuando tendían la vista hacia las profundidades del espacio, habían sentido temor, admiración y soledad. Tan pronto como poseyeron el poder, emprendieron el camino a las estrellas.
En sus exploraciones, encontraron vida en diversas formas, y contemplaron los efectos de la evolución en mil mundos. Vieron cuán a menudo titilaban y morían en la noche cósmica las primeras chispas débiles de la inteligencia.
Y debido a que en toda la Galaxia no habían encontrado nada más precioso que la mente, alentaron por doquier su amanecer. Se convirtieron en granjeros en los campos de
las estrellas; sembraron, y a veces cosecharon.
Y a veces desapasionadamente, tenían que escardar.
Los grandes dinosaurios habían perecido tiempo ha, cuando la nave de exploración entró en el Sistema Solar tras un viaje que duraba ya mil años. Pasó rauda ante los helados planetas exteriores, hizo una breve pausa ante los desiertos del agonizante Marte, y contempló después la Tierra.
Extendido ante ellos, los exploradores vieron un mundo bullendo de vida. Durante años estudiaron, seleccionaron, catalogaron. Cuando supieron todo lo que pudieron,
comenzaron a modificar. Interfiriendo en el destino de varias especies, en tierra y en el océano. Mas no podían saber cuando menos hasta dentro de un millón de años cuál de sus experimentos tendría éxito.
Eran pacientes, pero no inmortales. Había mucho por hacer en este Universo de cien mil millones de soles, y otros mundos los llamaban. Así, pues, volvieron a penetrar en el abismo, sabiendo que nunca más volverían.
Ni había ninguna necesidad de que lo hicieran. Los servidores que habían dejado harían el resto.
En la Tierra, vinieron y se fueron los glaciares, mientras sobre ellos la inmutable Luna encerraba aún su secreto. Con un ritmo aún más lento que el hielo polar, las mareas de la
civilización menguaron y crecieron a través de la Galaxia. Extraños bellos y terribles imperios se alzaron y cayeron, transmitiendo sus conocimientos a sus sucesores.
No fue olvidada la Tierra, pero otra visita serviría de poco. Era uno más de un millón de mundos silenciosos, pocos de los cuales podrían nunca hablar.
Y ahora, entre las estrellas, la civilización estaba dirigiéndose hacia nuevas metas. Los primeros exploradores de la tierra habían llegado hacía tiempo a los límites de la carne y la sangre; tan pronto como sus máquinas fueran mejores que sus cuerpos, sería el momento de moverse. Trasladaron a nuevos hogares de metal y plástico sus cerebros y luego sus pensamientos.
En esos hogares erraban entre las estrellas. No construían ya naves espaciales. Ellos eran naves espaciales.
Pero la era de los entes- máquina pasó rápidamente. En su incesante experimentación, habían aprendido a almacenar el conocimiento en la estructura del propio espacio, y a conservar sus pensamientos para la eternidad en heladas celosías de luz. Podían convertirse en criaturas de radiación, libres al fin de la tiranía de la materia.
Por ende se transformaban actualmente en pura energía: y en mil mundos, las vacías conchas que habían desechado se contraían en una insensata danza de muerte, desmenuzándose luego en herrumbre.
Ahora eran los señores de la Galaxia, y estaban más allá del alcance del tiempo. Podían vagar a voluntad entre las estrellas, y sumirse como niebla sutil a través de los
intersticios del espacio. Mas a pesar de sus poderes, semejantes a los de los dioses, no habían olvidado del todo su origen, en el cálido limo de un desaparecido mar.
Y seguían aún los experimentos que sus antepasados habían comenzado hacía ya mucho tiempo.»

Al final Dave Bowman entra, sin quererlo, por La Puerta de las Estrellas, una construcción en un satélite de Saturno que lleva a lo que parece un Agujero de Gusano y que tras un largo viaje termina por llegar al lugar donde debió de haber vivido esa civilización que han alcanzado ese estado de pura energía cuando todavía estaban atados a la materia. Ahí han preparado una habitación al estilo de la Tierra, con la información que han obtenido de las emisiones de televisión y radio de algunos años atrás. Todo, obviamente, con la intención de que se sintiera cómodo. Una vez ve que no hay peligro, cae dormido por el cansancio, y duerme por última vez. Y ahí ya se introducen estos futuristas seres en su mente para moldearla y ayudarle a alcanzar su estado superior de energía.

Bueno, para contar esos detalles que me apetecía reseñar he «resumido» todo el libro, pero bueno. Si a alguien le ha animado a leerlo, he encontrado el libro para bajar en pdf. Es suficientemente corto como para ser legible en el ordenador.
Ayer volví a ver la película, teniendo los conocimientos que aporta el libro, pero me he dado cuenta de que cambian algunas cosas, que son las que la hacen más ininteligible. A ver si me animo en un par de días a comentarlo.

Jabón con olor a caramelo

Pero vamos a ver ¿de verdad a alguien le pareció buena idea hacer que un jabón de manos para niños oliese a algo que ellos tienen a comer?

jaboncaramelo

Desde que conozco de su existencia (un par de semanas) no dejo de leer el 20 minutos a diario. Las noticias sobre intoxicaciones no pueden tardar.

Tortuga, águila y dioses

   Y ahora consideremos el caso de la tortuga y el águila.
La tortuga es una criatura terrestre. No se puede vivir más cerca del suelo (sin estar debajo de él). Su horizonte no va más allá de unos centímetros. La velocidad que puede alcanzar es la que necesitas para perseguir y abatir a una lechuga. La tortuga ha sobrevivido mientras el resto de la evolución pasaba junto a ella y la dejaba atrás ya que, básicamente, era demasiado complicada de comer y no representaba una amenaza para nadie.
Y después tenemos al águila. Una criatura del aire y las alturas, cuyo horizonte se extiende hasta el límite del mundo. Ojos lo bastante agudos para detectar los movimientos de un animalito de voz chillona a medio kilómetro de distancia. Toda poder, toda control. La muerte súbita que llega volando. Uñas lo bastante afiladas para desayunarse cualquier cosa que sea más pequeña que ella y obtener, como mínimo, un desayuno rápido de cualquier cosa que sea mayor.
Y el águila pasará horas posada en un risco escrutando los reinos del mundo hasta detectar algún movimiento lejano, y en ese momento de pronto se concentrará, concentrará, concentrará en el pequeño caparazón que se mece entre los arbustos allá abajo en el desierto. Y entonces el águila se lanzará desde lo alto del risco…
Y un minuto después la tortuga descubre que el mundo se está alejando de ella. Y ve el mundo por primera vez, ya no a unos centímetros del suelo sino a doscientos metros, qué gran amiga tengo en el águila.
Y entonces el águila la suelta.
Y casi siempre la tortuga se precipita hacia su muerte. Todo el mundo sabe por qué la tortuga hace esto. La gravedad es una costumbre a la que cuesta mucho renunciar. Nadie sabe por qué el águila hace esto. No cabe duda de que hay un buen almuerzo en una tortuga pero, teniendo en cuenta el esfuerzo que requiere, la verdad es que hay un almuerzo mucho mejor en prácticamente cualquier otra cosa. Lo que ocurre es, simplemente, que las águilas disfrutan atormentando a las tortugas.
Pero el águila, por supuesto, no es consciente de que está tomando parte en una forma muy tosca de selección natural.
Algún día una tortuga aprenderá a volar.

Una vez analizadas tortugas y águilas, pasemos a los dioses:

En el mundo hay billones de dioses. Hay más dioses que mosquitos en un pantano. La inmensa mayoría de ellos son demasiado pequeños para verlos y nunca llegan a ser adorados, al menos por nada más grande que las bacterias, las cuales nunca dicen sus oraciones y no son lo que se dice demasiado exigentes en cuestión de milagros. Son los dioses menores, los espíritus de los lugares donde se cruzan los caminos de dos hormigas, los dioses de los microclimas que hay entre las raíces de las hierbas. Y la mayor parte de ellos se quedan así.
Porque les falta fe.
Un puñado de ellos, no obstante, terminan subiendo de categoría. El cambio puede ser provocado por cualquier cosa. Un pastor busca a una oveja perdida, la encuentra entre los zarzales y dedica un par de minutos a levantar un montoncito de piedras en señal de agradecimiento general a cualquier espíritu que pueda haber por ahí. O un árbol de forma peculiar llega a ser asociado con una cura para la enfermedad. O alguien talla una espiral encima de una piedra solitaria. Porque lo que necesitan los dioses es que crean en ellos, y lo que quieren los humanos es dioses.
La cosa suele detenerse ahí. Pero a veces va más lejos. Más rocas son añadidas, más piedras son levantadas, un templo es edificado allí donde antes se alzaba el árbol. El dios se vuelve más fuerte y la fe de sus adoradores lo impulsa hacia arriba como mil toneladas de combustible para cohetes. Para unos cuantos, el cielo es el límite.
Y a veces ni siquiera eso.

Y un enriquecedor diálogo entre un ateo y un dios:

[personaje declarado ateo] Alzó la mirada hacia el dios.
— ¿Nos ayudarás?
¡Ni Siquiera Crees En Mí!
— Cierto, pero soy un hombre práctico.
Y Valiente, También, Pues Declaras Tu Ateísmo Ante Tu Dios.
— ¡Eso no cambia nada, sabes!. ¡No creas que podrás hacerme cambiar de parecer sólo con existir!

Terry Pratchett — Dioses Menores