Carrera de vectores

Estaba leyendo Juegos de Ingenio y han rememorado un post en el que explicaban un curioso juego llamado Carrera de Vectores. Simplemente explicado puede parecer soso, pero no hay como echar una partida para comprobar que es más interesante y original de lo que parece a primera vista.

Se juega sobre una cuadrícula y cada nuevo movimiento depende en gran medida del anterior, puesto que sólo se puede seleccionar uno de los 9 cuadrados que rodean al lugar al que iríamos si repetimos el movimiento anterior desde nuestra actual posición. Y eso es todo.

Carrera de Vectores

Se puede interpretar toda la longitud del vector como la velocidad a la que nos movemos, de modo que es evidente que cuanto más rápido vayamos, menos maniobrabilidad tendremos. Resulta muy útil tener esto en cuenta cuando estás en una carrera con curvas, puesto que si vas muy rápido tienes que empezar a frenar unas cuantas jugadas antes o te sales.

Dudo mucho que nadie vaya a hacerlo, pero lo más brillante del juego es que puedes realizar una carrera con un compañero en una aburrida clase de matemáticas, simplemente dibujando la pista sobre una hoja cuadriculada de cualquier cuaderno. Aunque bien pensado, poca gente usa cuadernos en la universidad; los folios les desbancaron hace mucho.

Leed las instrucciones más completas en  Juegos de Ingenio y animaos a echar una partidilla. Java requerido en vuestro navegador.

¿En Japón hay pan de pueblo?

(16:10:02) Ender: ¿Hay japoneses de pueblo?

(16:10:15) Jose Luis: supongo

(16:10:45) Ender: para ser de pueblo hay que ser fornido

(16:10:45) Ender: yo no creo que haya japoneses fornidos

(16:10:51) Jose Luis: en china sihay mucho pueblerino pero japón no parece

(16:11:06) Ender: decidido, en japón ya no hay pueblerinos

(16:11:24) Jose Luis: voy a ver si sale algo por google

(16:12:44) Ender: cuando japón era un estado medieval sólo había que pueblerinos, eso aprendimos en Los 7 Samurais

(16:14:19) Jose Luis: http://www.ungatonipon.com/?p=571

(16:14:28) Jose Luis: esencia rural del japón

(16:15:29) Jose Luis: aunque no hay comparación con chimillas, huerrios o bandaliés

(16:15:39) Jose Luis: ahí rural llaman a no tener rascacielos

(16:15:48) Jose Luis: ni lucecitas por la noche 

Un carril lento para los piratas

Un carril lento para los piratas. ¿Piratas? ¿Qué piratas?

Y también se establecería un menú de «tarifas planas» para que los internautas que se bajan más contenidos –legales o no– paguen más que los que simplemente consultan su correo electrónico o leen los periódicos «online».

¿Se establecería? ¿Acaso no es algo que ya existe? Por eso hay personas que compran tarifas planas de 1 mega, de 3 ó de 6. Incluso de mucho más. Es algo que ya ofrecen las ISP hace mucho tiempo. De hecho ¡hasta ofertan pagar por kilobyte descargado!

Hace un mes, el ministro de Cultura, César Antonio Molina, anunció una normativa «antipopular» contra las redes p2p, que hasta la fecha han ganado todas las batallas judiciales al no tener ánimo de lucro. Pero lo cierto es que su departamento está cediendo el protagonismo de las negociaciones a los operadores y a las entidades de derechos intelectuales.
[…]
De hecho, el Ejecutivo tiene sus propios equilibrios internos que condicionarán cualquier acuerdo. El Ministerio de Cultura se siente más cercano al sector audiovisual, que contempla el p2p como una amenaza a su modelo de negocio. Mientras, Industria suele decantarse por los internautas y por las empresas telefónicas, que temen que una ley demasiado severa lastre la implantación de las nuevas tecnologías en nuestro país.

Ya hace un tiempo que leo por internet que han renombrado, muy acertadamente, a este señor que dice trabajar por la cultura como el ministro de la SGAE.

Internet nació sin países ni fronteras ¿Cuándo hemos perdido el norte? Internet debería ser como la Antártida, la órbita geoestacionaria o los océanos: para todos y de nadie. Ningún país debería tener control sobre lo que sucede en sus líneas. Para que a Google se pueda acceder desde China, hace tiempo que les obligan a eliminar en la versión local muchísimas páginas que afectan al régimen como las relacionadas con las protestas en la Plaza de Tian’anmen o las recientes matanzas del Tibet por decir lo más famoso. Dejando de lado la actuación de Google al respecto, me parece terrible que hayamos llegado a estas situaciones. Y me parece totalmente comparable en esta materia la actuación de China (una tiranía a fin de cuentas) con la aplicada por Sarkozy y el modelo similar que se anuncia para España. O lo que comenté hace un par de días sobre registrar los emails enviados y recibidos. Estos tres últimos, supuestamente democráticos y que respetan las libertades individuales, el derecho a la privacidad y que deberían basar su modelo en un alto nivel cultural de sus habitantes.

De todas formas, estas actuaciones tampoco me extrañan siendo gobernados por unos completos analfabetos digitales.

Otra cosa que tampoco comprendo, es cómo puede un gobierno que supuestamente representa los intereses del pueblo, tomar medidas antipopulares. Pero éste sería un debate para otro post.

Pólvora VS Energía Nuclear

Otro aspecto sobre la bomba atómica que cabe destacar es que muchos culpan a los físicos e ingenieros del poder de su destrucción. Podemos estar en parte de acuerdo pero, como siempre, hay que situar las cosas en su debida perspectiva. El número de muertos de Hiroshima a consecuencia de los efectos de la bomba fue de aproximadamente 200.000 personas. No obstante, en un bombardeo convencional en Tokio murieron 100.000 personas y aproximadamente el mismo número falleció en Dresde. Y si os digo que el número total de muertos a lo largo del siglo pasado por culpa directa del hombre fue de unos 100 millones de personas, la mitad de ellos por armas o bombas convencionales y la otra mitad por privaciones (como los campos de concentración, desplazamientos y hambrunas provocadas por el hombre), ¿por qué no se asocian esas muertes a la ciencia?

Al fin y al cabo, la pólvora y otras tecnologías fueron necesarias para ello. Claro, apretar un gatillo es fácil y todo el mundo puede hacerlo y más o menos lo entiende. ¿Dónde está la diferencia? ¿En que hay menos gente que conozca la energía nuclear?

Lee el resto de la reseña de La naturaleza no natural de la ciencia en Historias de la Ciencia, un libro sobre la filosofía y el carácter de la ciencia.

A 1984 cada vez le queda menos

«En Reino Unido el concepto de privacidad no deja de resultar curioso. Los ciudadanos no están obligados a tener DNI para no atentar contra su intimidad, pero los millones de cámaras instaladas en cada rincón del país graban cada uno de sus movimientos. A partir de marzo, los emails que reciban y envíen también quedarán registrados en este extraño tándem de «seguridad y respecto a la vida personal de cada uno». El Gobierno defiende que la medida es una herramienta más para la lucha contra el terrorismo, pero los grupos de Derechos Humanos se echan las manos a la cabeza y se preguntan hasta dónde se va a llegar».

Quizás sea muy pesado haciendo este tipo de relaciones, pero inevitablemente me ha venido a la cabeza 1984. Y no creo que sea casualidad que Orwell fuese británico, parece que ya hace años tenían esa obsesión por vigilar a los ciudadanos.

No obstante, en el debate de Barrapunto donde he leído la noticia, destacan que es de mayo de 2008.

El placer de descubrir

El primer libro que termino este nuevo año es El placer de descubrir, un compendio de conferencias y artículos del genial físico Richard P. Feynman, así como alguna entrevista. Habla sobre todo tipo de temas: cómo cree que se debería enfocar la enseñanza de la ciencia, la influencia de la ciencia en la sociedad, la relación con la religión, el futuro de los ordenadores, de la miniaturización hasta extremos nunca pensados antes…

Ya hace tiempo que me enamoré de Feynman gracias a Historias de la Ciencia, pues no sólo fue un brillante físico, sino una mucho mejor persona y un gran divulgador; realmente le preocupaba enseñar.

Con esta lectura, completo los tres libros que hay en la biblioteca de Huesca sobre Fenyman. Los otros son ¿Qué te importa lo que piensen los demás? y ¿Está Ud. de broma Sr. Feynman? ambos 100% recomendables y de necesaria lectura antes que éste para saber porqué le adoramos tanto los que hemos leído sobre él. El motivo es que son anécdotas sueltas, contadas por él o por otros, y El placer de descubrir, como he dicho antes, es en plan conferencias.

El prólogo, enternecedor, corre de la mano de Freeman J. Dyson, el discípulo que demostró que los trabajos realizados por Feynman, Schwinger y Tomonaga sobre electrodinámica cuántica eran equivalentes, y en la que se compara con Jonson y Shakespeare, su mentor. Está íntegramente copiado en Historias de la Ciencia.

En el conjunto del libro hay algunas ideas que se llegan a hacer repetitivas por su aparición una y otra vez en diferentes conferencias: sus paseos por el bosque con su padre, su forma de ver la ciencia como una refutación constante de lo que sabemos, los aborígenes de una isla del Pacífico que simulaban aeropuertos de madera esperando que aterrizasen aviones… aunque cada vez las cuenta de una forma ligeramente distinta y siempre aporta algo nuevo. Del resto, me gustaría destacar algunas a continuación.

En una de las charlas habla sobre sus vivencias en el laboratorio de Los Álamos, mientras formaba parte del Proyecto Manhattan. Es increíble cómo, cada vez que nombra a alguien, viene acompañado por un pie de página en el que descubres que era un premio Nobel o iba a serlo años después. Resulta asombroso que en un ambiente así, Feynman no se amilanase, ni tan siquiera ante mitos de la física, siendo totalmente franco cuando le parecía que alguien exponía una idea loca, fuese quien fuese. De hecho, el mismo Niels Bohr se reunió con él en privado para analizar unos modelos porque se dió cuenta de que sería el único que no le diría que sí a todo.

De este periódo también es muy gracioso que todo el tiempo estuviese tratando de burlar la seguridad. Consiguió, por ejemplo, descifrar la combinación del candado de seguridad de los archivadores de todos sus compañeros. También recibía todo el tiempo correos cifrados sin clave de su familia, costumbre que mantenía desde antes por diversión, para tratar de descifrarlos. Puesto que el Proyecto Manhattan era importantísimo y la seguridad altísima, había unos funcionarios encargados de revisar toda la correspondencia que entraba o salía (había sido pactado previamente con los involucrados puesto que eso violaría la ley de privacidad). El caso es que no podían aceptarlo, así que acordaron que la clave acompañaría a las cartas en una hoja aparte, y así «los censores» podrían leer lo que ponía en la carta y separar la clave. Feynman y su mujer −por entonces hospitalizada y que moriría mientras Feynman todavía participaba en el proyecto− pensaron muchas formas de incomodar a los censores, enviando incluso polvos en una de las cartas −esperando que se cayeran al abrirlas− y afirmando en la siguiente que eran importantes medicamentos.

También he descubierto en este libro algo que no sabía, y es que Richard Feynman está considerado el padre de la nanotecnología (de hecho hay competiciones para un premio Feynman en este campo). Reflexionó sobre los límites que nos impone la física que conocemos y argumentaba que estábamos muy lejos todavía, que en principio no habría ningún impedimento en poder posicionar átomos a nuestra voluntad. No estamos hablando de algo imposible y que viole las leyes fundamentales como construir una máquina que viaje más rápida que la luz, sino cosas mucho más pequeñas que el nivel de miniaturización que hemos alcanzado, y que la física permite completamente.

Otra de las charlas está dedicada a los problemas de los computadores en el futuro y cómo resolverlos: reducir la pérdida de energía, el tamaño, computación en paralelo… es una charla un poco más técnica, pero muy interesante. Me gustaría apuntar, fuera del libro, que Feynman colaboró en la Connection Machine durante los 80, el primer proyecto de para conseguir la computación en paralelo.

Además, incluye el informe que Feynman escribió cuando investigó el desastre del Challenger y que fue relegado a un apéndice de la resolución que tomó la Comisión que lo investigó. Feynman relata, con todo lujo de detalles, todo el transcurso de la investigación en el libro ¿Qué te importa lo que piensen los demás? y omalaled habla sobre ello en este post y también en este otro.

El siguiente libro que tengo que conseguir es Don’t you have time to think?, que han traducido en nuestro país como ¡Ojalá lo supiera!, mucho más denso que los otros títulos y está compuesto por la correspondencia que mantuvo en vida. Me han dicho que está en la biblioteca de Unizar, así que este curso trataré de leerlo. Recomiendo la lectura de ambos links con anotaciones al respecto en CPI e Historias de la ciencia (otra vez). Y con éste creo que se terminan los libros dedicados a este genio. En la biblioteca de Huesca también hay uno titulado Electrodinámica cuántica, en el que Feynman explica la teoría por la cual ganó el premio Nobel. En la contraportada no recuerdo haber leído si se trataba de su estudio o de un texto divulgativo, aunque en cualquiera de los dos casos creo que es un tema que se me escapa.

¿Qué es la ciencia?

«Lo que la ciencia es, pienso yo, quizá sea algo parecido a esto: hubo en este planeta una evolución de la vida hasta la fase en que habían evolucionado animales, que son inteligentes. No quiero decir simplemente seres humanos, sino simplemente animales que juegan y pueden aprender algo por experiencia (como los gatos). Pero en esta fase cada animal tendría que aprender de su propia experiencia. Ellos se desarrollaban poco a poco, hasta que algún animal pudo aprender de la experiencia más rápidamente, y pudo incluso aprender mediante observación de la experiencia de otro; o uno podría mostrar algo al otro, o veía lo que hacía el otro. Así que se dio la oportunidad de que todos pudiesen aprenderlo, pero la transmisión era ineficaz y morían, y quizá el que aprendió murió, también, antes de que pudiese transmitírselo a los otros.
La pregunta es: ¿es posible aprender lo que alguien aprendió por accidente y hacerlo a un ritmo más rápido que el ritmo con que se olvida lo aprendido, bien sea debido a la mala memoria o debido a la muerte de los aprendices o inventores? Así que quizá llegó un instante en el que, para algunas especies, el ritmo de incremento del aprendizaje alcanzó un punto tal que repentinamente sucedió algo completamente nuevo; las cosas podían ser aprendidas por un animal, transmitidas a otro y a otro, con tanta rapidez que no habíapérdidas para la raza. Así se hizo posible una acumulación de conocimiento de la raza. Esto se ha denominado enlace temporal. No sé quién lo llamó así por primera vez. En cualquier caso, tenemos aquí algunos ejemplos de estos animales, aquí sentados tratando de enlazar una experiencia con otra, cada uno tratando de aprender del otro.Este fenómeno de tener una memoria de la raza, de tener un conocimiento acumulado transmisible de una generación a otra, era nuevo en el mundo. Pero llevaba dentro una enfermedad. Era posible transmitir ideas erróneas. Era posible transmitir ideas que no eran provechosas para la raza. La raza tiene ideas, pero no son necesariamente provechosas.Así que llegó un momento en que las ideas, aunque acumuladas muy lentamente, no eran sólo acumulaciones de cosas prácticas y útiles, sino grandes acumulaciones de todo tipo de prejuicios y de creencias extrañas y singulares. Entonces se descubrió una forma de evitar la enfermedad. Ésta consiste en poner en duda que lo que se está transmitiendo desde el pasado es realmente verdadero, y tratar de encontrar ab initio, de nuevo a partir de la experiencia, cuál es la situación, antes que confiar en la experiencia del pasado tal como se ha transmitido. Y eso es la ciencia: el resultado del descubrimiento de que vale la pena volver a comprobar por nueva experiencia directa, y no confiar necesariamente en la experiencia del pasado. Así lo veo. Ésta es mi mejor definición».

Richard P. Feynman¿Qué es la ciencia?

Conferencia publicada en El placer de descubrir.

El suicidio de la televisión

Extraeré dos párrafos de un artículo interesante de Microsiervos criticando cómo se está llevando la implantación de la TDT en España. Recomiendo su lectura antes de volver aquí.

Y es que de nuevo según datos de Impulsa TDT, hasta un 40% de los espectadores aseguran no haber oído tan siquiera hablar del apagón analógico y lo que este supone, y, del 60% que sí dicen haber oído hablar del tema, solo un 40% manifiestan su intención de hacer la adaptación próximamente, por lo que aún queda una importante tarea de concienciación que llevar a cabo.

[…]

Pero dado que esta transición se va a realizar por fases, para el 30 de junio del 2009 aproximadamente un 12,5% de la población ya solo podrá ver la televisión a través de la TDT, porcentaje que subirá a un 32,4% el 31 de diciembre, antes de alcanzar el teórico 100% el citado 3 de abril del 2010, así que para quienes vivan en zonas afectadas por la Fase I de la transición quedan menos de 200 días para que se produzca el apagón analógico.

Desde el principio el tema de obligar a finalizar las retransmisiones analógicas de una forma tan abrupta me pareció escandaloso. Obligar a todos los ciudadanos a comprar un decodificador para ver algo que hasta ahora no era necesario me parece absurdo. Creo que debería hacerse de forma más gradual, ofreciendo muchas alternativas y posibilidades a la opción digital y dejar que la televisión analógica coexistiera con ella hasta que la inmensa mayoría de la población pudiese recibir la nueva señal sin necesidad de hacer un esfuerzo extra.

Sin embargo,  dependiendo del tiempo que signifique el «proximamente», las encuestas afirman que apenas la cuarta parte de la población va a poder ver la televisión el año que viene.

No es sólo la enorme desinformación de la mayoría de espectadores (el 40% ni siquiera ha oído hablar acerca del TDT ése), es que a lo mejor algunos de los que sí saben que van a tener que comprar un nuevo aparato para que su vieja televisión siga funcionando, desconocen cómo instalarlo.

Y respecto a las instalaciones… en mi casa parece ser que vamos a tener un importante problema, así que no descarto que ocurra en otros hogares. Siempre que yo recuerde hemos recibido un poco mal la señal, lo justo para que algunos canales se viesen sin ningún problema, pero otros tuviesen algo de «nieve». Generalmente no era demasiado grave, pero en ocasiones se volvía bastante incómodo. La entrada de la antena de la casa al piso la tenemos en un cuarto, y ha de recorrerlo entero, cruzar el pasillo y acceder al que tenemos la tele. Recientemente acudió de nuevo un técnico de antenas (electricista, o quién se dedique a esto) y descubrió que la señal llegaba bien a la salida de la casa y mal a nuestra televisión, de modo que el problema estaría seguramente en los cables que atraviesan media casa, que estarían en mal estado. El canal que peor visualizamos es la TVE1, que es la que se emite a mayor frecuencia. Parece ser que la TDT se emite todavía a más alta frecuencia, por lo que afirmó que tendríamos muchos más problemas con ella. Hace un par de semanas compramos un decodificador para la TDT y, como predijo el técnico, no había Dios que viese nada. Vale, se distinguía la pantalla, pero había un mar de pixeles mucho peor que cualquier «niebla» de la televisión analógica. Ponían La Isla de las Cabezas Cortadas y por un momento pensé que alguien estaba jugando al Monkey Island en mi televisor. La única solución para ver la televisión dentro de un año en mi casa será cambiar todo el cableado; un gasto para nada agradable. Sé que no vamos a ser el caso general, pero por fuerza ha de suceder en más lugares.

Si empezamos a sumar al desconocimiento y los diferentes problemas que pueda causar el cambio, al cada vez mayor porcentaje de telebasura y la menor calidad de la programación en general, a la posibilidad de que se pierda más de una cadena pequeña (que muchas no aportan más que refritos, pero algo de diversidad añadían), a la mayor profusión de internet en los hogares, y a otras causas que no se me ocurren ahora, me parece que éste «apagón analógico» va a ser un pequeño suicidio para la pequeña pantalla. Y, oye, no me da ninguna pena.