Cambios recientes

Pues el caso es que son las 6 de la mañana y no tengo nada de sueño, así que como últimamente me ronda por la cabeza recuperar el blog, voy a darle algo de vidilla.

Cuando entré hace dos días para reseñar Lo que el código hace en las películas pero NO en el mundo real, Blogger me pedía actualizar mi cuenta para que fuese 100% compatible con las cuentas de Google, para que puedan organizarse mejor. Así que publiqué la entrada y me dispuse a «mudarme».

Una vez Google/Blogger actualizó mi cuenta, me comunicó que había enviado mi plantilla a tomar por culo pero, eso sí, que la había guardado y que podía acceder a ella si quería rescatar algo. Además, me sacó toda la lista de plantillas predefinidas para que volviera a elegir una. Apunto estuve de volver a seleccionar la Simple, pero la que estaba junto a ella me llamó la atención: Denim era el título; ojeé el resto para darles una oportunidad, y como su previsualización no me desagradó en absoluto, me quedé con ella.

El resultado no podía ser mejor, estoy la mar de contento con este nuevo diseño del blog, me encanta como queda. La combinación entre el azul marino claro del título, con el blanco de fondo y el amarillo tierra de las secciones me parece perfecto. De hecho, creo que uno de los motivos por los que me está apetenciendo retomar el blog, es por ver más a menudo el tema. Creo que ha sido un acierto.

Una vez seleccionada la plantilla, tuve que arreglar los links a blogs con acentos de la barra lateral, pues no los había transcrito bien automáticamente; así como añadir los scripts del contador de visitas y los logos de Firefox y esas cosas, que era lo que se había perdido. Además de a mi amigo Jules Winfield invitándoos a escribir como DRAE manda.

Por último estuve un buen rato decidiendome por qué etiquetas adoptar y añadiendo a cada mensaje las que le correspondían. Bien se vale que es un blog pequeño que no llega a las 150 entradas. No imagino el trabajo que tendrán los que escriban un blog desde hace más de un año de forma continuada.

Como veis, al final he optado por ocho distintas; no creo que más sean necesarias por ahora: Cachondeo, Informática , Videos , Ciencias , Reflexiones , Introspección , Artes y Letras, Música . Me parece que son todas suficientemente claras y representativas. En Introspección englobaré todas aquellas entradas en las que hablé sobre mí mismo o el blog. Por ello, muchas compartirán etiqueta con Reflexiones.

Maldita sea, es que realmente no tengo sueño alguno. A estas horas debería estar durmiendo apaciblemente. Iré a hacer un esfuerzo a la cama y que la almohada y el calor de la manta hagan el resto.

Código en el mundo real VS Código en las películas

Vía Menéame (sí, últimamente leo poco más) encuentro este genial post de QuarkBlog en el que compara las fantasiosas fantasmadas sobre informática que acostumbran a aparecer en las películas y lo que realmente ocurriría en el mundo real.

Algunos ejemplos son que El código no se mueve: En el cine y la televisión el código siempre cruza la pantalla con increíble velocidad; se presenta como un flujo impredecible de letras y números que cobran sentido para el programador pero incomprensibles para el resto de los mortales. O que tiene estructura: tabulamos todo, hasta un mísero if. Y que NADIE programa a nivel binario, sabemos que existe pero NADIE escribe sus programas directamente con unos y ceros.

Destaco, por encima de todos, el punto 10, que trata sobre la portabilidad. Lo copiaré aquí tal cual porque no tiene pérdida:

10. La mayoría del código no es multiplataforma
¿Recordais en Independence Day cuando el tio-con-pinta-de-matemático escribe un virus que funciona en su portatil Apple Y en la nave nodriza alienigena? Gilipolleces!
Si la vida real fuera como en esa película sería capaz de portar WordPress a mi tostadora utilizando un cable CAT5 y una bolsa de purpurina.

Nuestros nuevos amos (Reverte)

El lunes leí el artículo de este domingo de Arturo Pérez Reverte en El Semanal XL y no puedo más que copiarlo aquí suscribiendo todas y cada una de sus palabras.
Hace tiempo que ya estoy harto de esa sarta de embusteros aprovechados que manejan el cotarro en nuestro país y en el resto del mundo. Cada frase que Arturo expone es una lectura directa de mi cerebro. Disfruten con su lectura, caballeros.


A los españoles nos destrozaron la vida reyes, aristócratas, curas y generales. Bajo su dominio discurrimos dando bandazos, de miseria en miseria y de navajazo en navajazo, a causa de la incultura y la brutalidad que impusieron unos y otros. Para ellos sólo fuimos carne de cañón, rebaño listo para el matadero o el paredón según las necesidades de cada momento. Situación a la que en absoluto fuimos ajenos, pues aquí nunca hubo inocentes. Nuestros reyes, nuestros curas y nuestros generales eran de la misma madre que nos parió. Españoles, a fin de cuentas, con corona, sotana o espada. Y todos, incluso los peores, murieron en la cama. Cada pueblo merece la historia y los gobernantes que tiene.

Ciertas cosas no han cambiado. Pasó el tiempo en que los reyes nos esquilmaban, los curas regían la vida familiar y social, y los generales nos hacían marcar el paso. Ahora vivimos en democracia. Pero sigue siendo el nuestro un esperpento fiel a las tradiciones. Contaminada de nosotros mismos, la democracia española es incompleta y sectaria. Ignora el respeto por el adversario; y la incultura, la ruindad insolidaria, la demagogia y la estupidez envenenan cuanto de noble hay en la vieja palabra. Seguimos siendo tan fieles a lo que somos, que a falta de reyes que nos desgobiernen, de curas que nos quemen o rijan nuestra vida, de generales que prohíban libros y nos fusilen al amanecer, hemos sabido dotarnos de una nueva casta que, acomodándola al tiempo en que vivimos, mantiene viva la vieja costumbre de chuparnos la sangre. Nos muerden los mismos perros infames, aunque con distintos nombres y collares. Si antes eran otros quienes fabricaban a su medida una España donde medrar y gobernar, hoy es la clase política la que ha ido organizándose el cortijo, transformándolo a su imagen y semejanza, según sus necesidades, sus ambiciones, sus bellacos pasteleos. Ésa es la nueva aristocracia española, encantada, además, de haberse conocido. No hay más que verlos con sus corbatas fosforito y su sonriente desvergüenza a mano derecha, con su inane gravedad de tontos solemnes a mano izquierda, con su ruin y bajuno descaro los nacionalistas, con su alelado vaivén mercenario los demás, siempre a ver cómo ponen la mano y lo que cae. Sin rubor y sin tasa.

En España, la de político debe de ser una de las escasas profesiones para la que no hace falta tener el bachillerato. Se pone de manifiesto en el continuo rizar el rizo, legislatura tras legislatura, de la mala educación, la ausencia de maneras y el desconocimiento de los principios elementales de la gramática, la sintaxis, los ciudadanos y ciudadanas, el lenguaje sexista o no sexista, la memoria histórica, la economía, el derecho, la ciencia, la diplomacia. Y encima de cantamañas, chulos. Osan pedir cuentas a la Justicia, a la Real Academia Española o a la de la Historia, a cualquier institución sabia, respetable y necesaria, por no plegarse a sus oportunismos, enjuagues y demagogias. Vivimos en pleno disparate. Cualquier paleto mierdecilla, cualquier leguleyo marrullero, son capaces de llevárselo todo por delante por un voto o una legislatura. Saben que nadie pide cuentas. Se atreven a todo porque todo lo ignoran, y porque le han cogido el tranquillo a la impunidad en este país miserable, cobarde, que nada exige a sus políticos pues nada se exige a sí mismo.

Nos han tomado perfectas las medidas, porque la incultura, la cobardía y la estupidez no están reñidas con la astucia. Hay imbéciles analfabetos con disposición natural a medrar y a sobrevivir, para quienes esta torpe y acomplejada España es el paraíso. Y así, tras la añada de políticos admirables que tanta esperanza nos dieron, ha tomado el relevo esta generación de trileros profesionales que no vivieron el franquismo, la clandestinidad ni la Transición, mediocres funcionarios de partido que tampoco han trabajado en su vida, ni tienen intención de hacerlo. Gente sin el menor vínculo con el mundo real que hay más allá de las siglas que los cobijan, autistas profesionales que sólo frecuentan a compadres y cómplices, nutriéndose de ellos y entre ellos. Salvo algunas escasas y dignísimas excepciones, la democracia española está infestada de una gentuza que en otros países o circunstancias jamás habría puesto sus sucias manos en el manejo de presupuestos o en la redacción de un estatuto. Pero ahí están ellos: oportunistas aupados por el negocio del pelotazo autonómico, poceros de la política. Los nuevos amos de España.