Stanislaw Lem: Ciberíada y Solaris

Hasta hace un mes todo lo que sabía es que Stanislaw Lem era un autor clásico de ciencia-ficción, y que su novela Solaris una de las obras más famosas del género. Pero todavía no había leído nada.

Gracias a la Wikipedia he descubierto un detalle en el que no había caído hasta ahora: la grandísima mayoría de escritores de ciencia ficción son de habla inglesa. Stanislaw Lem, polaco, es uno de los pocos que ha conseguido la fama utilizando otro idioma.

Hace varios años compré (bueno, mi padre a petición mía) en el Círculo de Lectores una minicolección de tres libros clásicos de ciencia ficción. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, RUR Robots Universales Rossum, y Ciberíada. El primero no necesita presentación; el segundo ostenta el honor de ser el primer escrito en el que se utilizó el término Robot; y el tercero es el libro de Stanislaw Lem que leí hace un par de semanas.

Ciberíada es una sucesión de relatos cortos que narra las aventuras de Trurl y Claupacio, dos constructores especialistas en inventar cualquier tipo de artilugio que requieran las circunstancias, moldeando la materia a su gusto hasta el nivel atómico. Aquí tenéis el PDF.

Es un libro escrito con mucho humor por todas partes, provocado tanto por situaciones inverosímiles como por el abuso de terminología matemática y física sacada totalmente de contexto. En ese aspecto me ha recordado muchísimo a la forma de escribir de Terry Pratchett, del que ha tenido que ser una clara influencia. No vais a encontrar el humor constante y de carcajada limpia de Pratchett, pero si os ha gustado Mundodisco este libro no os puede defraudar.

Como ejemplo de verborrea matemática fuera de contexto, copio un fragmento en el que estudian cómo fabricar una máquina perfecta para que el rey Cruelio se divierta dándole caza (es un hábil cazador, por lo que les exige que se esfuercen al máximo e intenten hacer algo capaz de matarle a él mismo)

El rey galopaba sobre todos sus coeficientes de crueldad, se extraviaba en el bosque de signos séxtuples, volvía sobre su sus propias huellas, atacaba al monstruo hasta los últimos sudores y últimas factoriales; éste entonces se desintegró en cien polinomios, perdió una equis y dos ipsilones, se metió bajo la raya de un quebrado, se desdobló, agitó sus raíces cuadradas y ¡fue a dar contra el costado de la real persona matematizada! Se tambaleó toda la ecuación de tan certero que fue el golpe. Pero Cruelio se rodeó de un blindaje no lineal, alcanzó un punto en el infinito, volvió en el acto y ¡zas, al monstruo en la cabeza a través de todos los paréntesis! Tanto le arreó que le desprendió un logaritmo por delante y una potencia por detrás. El otro encogió los tentáculos con tanta covariante que los lápices volaban como locos, y ¡vuelta a darle con una transformación por el lomo, y otra vez y otra! El rey, simplificado, tembló del numerador a todos los denominadores, cayó y no se movió más.

Otra parte muy graciosa es cuando hablan sobre el estudio de los dragones. Todos estaban de acuerdo en que hay una probabilidad ridícula de que existan los dragones —por lo que no pueden estudiarlos—, de modo que Trurl y Caplaucio construyen una máquina que genere improbabilidades altísimas, tan improbables como para que aparezcan dragones en ese punto. Muchos años más tarde, Douglas Adams utilizaría un motor de improbabilidad infinita para desplazar la nave de su novela La Guía del Autoestopista Galáctico.

Además del humor, Ciberíada tiene su parte filosófica y de reflexión, como toda novela de ciencia ficción que se precie. Así, en un momento dado Trurl fabrica un mundo con sus habitantes en miniatura dentro de una bola de cristal, para que un rey desterrado pueda tener su reino y subditos. Cuando le cuenta su hazaña a Caplaucio, éste le recrimina haber «regalado» seres conscientes con sus sentimientos a un rey psicópata; terminando en un debate sobre la inexistente diferencia entre crear un ser consciente o haber evolucionado hasta él.

Otro punto interesante es cuando debaten qué fue antes, si el hombre o el robot, ya que a fin de cuentas son entidades inteligentes y conscientes y que lo importante es lo que son capaces de hacer, y no si a nivel profundo funcionan de manera orgánica o electrónica. O también cuando encuentran a la civilización más avanzada del universo, y están simplemente tumbados en el suelo sin hacer nada de su vida.

Tras terminar Ciberíada, y buscando otro libro por casa, encontré por casualidad Solaris, que ni sabía que lo teníamos, así que no dude en dejar de buscar y quedarme con éste.

Solaris es una novela que me ha fascinado desde el primer momento de empezar a leerla. No quiero dar ningún detalle que estropee la trama y la sucesión de acontecimientos que van teniendo lugar porque me parece que está magistralmente desarrollada.

Solaris es el nombre de un extraño planeta acuático que se mantiene en una órbita estable que viola todos los principios físicos conocidos por el hombre. La acción transcurre dentro de una base científica a la que el protagonista acude al principio del libro para colaborar en las investigaciones sobre el planeta, y no diré más. He leído por ahí un par de resúmenes y me ha indignado la cantidad de detalles que revelan alegremente, pero que Lem te va soltando con cuentagotas, siempre en el momento indicado.

Es Solaris una novela hipnótica y onírica, fascinante y aterradora. De prosa sencilla, que no simple, la complejidad de lo narrado por Lem deja el poso que sólo las grandes obras de arte dejan en la conciencia y el ánimo. Al terminar de leerla la inquietud de lo leído permanece en los recovecos del alma, recordándonos que el Universo, a fin de cuentas, pemanecerá siempre misterioso, y que la naturaleza, en su pasiva existencia, es tanto más aterradora en tanto en cuanto no se la puede vencer, en tanto en cuanto su inexorabilidad nos pone ante los ojos el espejo de nuestra propia insignificancia en el cosmos.

La novela empieza ya transmitiendo una sensación de claustrofobia que no abandonara el relato. El protagonista, Kelvin, entra en la cápsula que lo conducirá hasta el planeta Solaris, una cápsula pequeñísima y asfixiante. Lem establece ya el tono onírico que predominará en la novela, y que no hará otra cosa que aumentar a medida que progresa el relato.

Descripción sacada de Sitio de Ciencia Ficción. No recomiendo que entres si no has leído el libro, porque antes de esta crítica hay un resumen del libro.

Me ha encantado el ritmo de la novela, el dilema que planeta, la historia en sí. Un claro ejemplo de que los clásicos son clásicos por algo.

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8 comentarios

  1. Ciberiada es de lo mejorcito que se puede leer. Tiene un humor absolutamente estúpido e inteligente a un tiempo. Yo dudaría incluso sobre la pertinencia de clasificarla como novela de «ciencia ficción».

    Leí Ciberiada de una tirada, en un viaje Madrid-Karachi (incluido un largo trasbordo en Estambul) y creo que dejé un largo e internacional rastro de opiniones desacertadas sobre el estado de mi juicio: fueron 10.000 kilómetros de carcajadas.

    Lo que me dijeron amigos polacos hace tiempo es que Lem, del que sólo se conocían ciertos libros fuera de Polonia aunque apenas nada sobre su persona, era no más que un seudónimo colectivo de un grupo de autores comunistas que se habían agrupado bajo el acrónimo Lenin-Engels-Marx.

  2. Sí, creo que una sensación similar tendrán de mí en Zaragoza dado que generalmente leo en el autobus urbano en mi camino diario a la universidad (tengo unos 35 minutos).

    Sobre el arcónimo de Lem… pues me suena un poco a falso mito. Ahí enlazo a dos biografías y parecen bastante claras como para pertenecer a un seudónimo, incluso con fotos de Stanislaw, así que no sé qué pensar sobre esto que te contaron tus amigos polacos.

  3. Anda, pues justamente estos dos los tengo por casa, dentro de la extensa lista de «Por Leer». También ronda por mi estantería otro de Lem, «Prólogos imaginarios» o algo así, que es como una colección de prólogos para libros imaginarios. En cualquier caso, aún no he leído ninguno (maaaal, maldita sea).

    Tiene bastantes obras Lem, y muchas publicadas en la editorial Alianza. Una titulada «Fiasco» era la que más me llamaba la atención, pero no he tropezado con ella. Desde luego, el tenga parte de reflexión es, para mi, lo más atractivo, incluyéndose así dentro de «Libros que merecen la pena».

    El de Solaris, desde que vi la película (en la que aparece Clooney o como se escriba), que me gustó mucho (los hay muy detractores), tengo también muchas ganas de leerlo. No tardaré en hacerlo.

    ¡No sabía que leías a Pratchett! Jajaja, yo lo descubrí el año pasado. Es muy bueno, tiene unos planteamientos muy ocurrentes.

    ¡Un abrazo!

    R.

  4. Encontré esta nota porque tengo una alerta de Google con las palabras «Stanislaw Lem». Así que ya imaginarán que estoy al pendiente de todo Lem. He leído todos los libros que se han mencionado aquí y otros más. Podría decirse que soy un fan… Sobre Lem podría mencionar que, a diferencia de muchos escritores de CF (principalmente los Americanos) no está basado en la tecnología y que, más que narrar futuros probables pone ante nosotros espejos de otros mundos que nos ridiculizan o nos muestran descarnadamente.
    Si quedaron con ganas de más, mis recomendaciones son (en orden de prioridad):

    Diario de las estrellas (más aventuras humirísticas con su parte filosófica)
    La Vos de su Amo (una novela profunda acerca de los seres inteligentes)
    El congreso de futurología (¡léanlo antes de que salga la versión cinematográfica de Ari Folman!)
    Memorias encontradas en una bañera (Kafka a la Lem, la introducción es genial)

    Se muy bien que nadie tiene los mismos gustos, pero si se han deleitado con Ciberiada, Cero absoluto (que es el que son prólogos de libros que no existen que mencionó Jasco) y Solaris no se vana arrepentir de leer estos otros.

  5. Olvidé decir que algo que me llevo de tu nota es el nombre de Terry Pratchett, lo voy a buscar.
    Gracias
    h.

  6. Nesta: (por algún extarño motivo tu mensaje se había catalogado como spam) Ése es el único que no he leído de Rincewind; esa saga es estupenda.

    Jasco, ese título tan sugerente «Prólogos imaginarios» lo descubrí buscando información para este post. Me he quedado con ganas de leerlo, si lo haces tú primero ya me dirás qué tal.
    Además de la de Soderbergh que viste, Tarkovski también hizo una versión 30 años antes, con mejores críticas que la moderna. No he visto ninguna, pero me han entrado ganas tras leer el libro.

    A los dos, ¿Conoceis la guía de lectura? A mí me ayuda mucho a recordar cuáles he leído y qué leer a continuación. Hace un par de años me leí una docena, me apetece retomarlo un día de estos.

    h, ya veo que eres un auténtico fan de Lem. Tendré en cuenta los títulos que mencionas si quiero leer algo más de este gran autor.
    Terry Pratchett empezó escribiendo parodias de las novelas de fantasía de los 80, pero tuvo tanto éxito que se ha convertido en un estilo propio y lleva casi 50 títulos de la saga de Mundodisco. No es ni de lejos tan profundo como Stanislaw Lem, pero como libros de humor no tienen precio.

    Un saludo a todos.

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