Altoaragoneses del año, o cómo ganar concursos de pueblo con métodos del XIX

Vaya por delante que soy parte implicada —mis padres actúan en el Teatro de Robres— y, por lo tanto, resulta totalmente imposible que sea imparcial aunque lo intente. Sin embargo, este espacio es testimonio público de que jamás he hecho ninguna propaganda sobre el mismo, ni vertido otros comentarios al respecto pese a que las ocasiones lo han permitido (los flagrantes casos de boicot y presión a ellos y otras compañías de teatro aficionado a manos de algunos profesionales que se reparten el cotarro en Huesca y el resto de Aragón, pero ésta es otra historia). Aún con todo, éste es mi blog personal y por ello no existe vinculación alguna entre lo que yo publique y las opiniones que pueda tener el Teatro de Robres al respecto.

Lo que quiero destacar aquí no es una opinión mía —subjetiva, como he dicho—, sino hacer referencia a los hechos;  y los hechos son las votaciones acaecidas durante los últimos dos meses en el concurso Altoaragoneses del Año que lleva organizando el Diario del Altoaragón desde hace tiempo por las mismas fechas. Un hecho del que lamentablemente haya podido darse cuenta casi ningún oscense por mucho que hayan seguido el desarrollo del concurso.

Me gustaría añadir una cosa a raíz de un comentario recibido y que me parece casi más destacable que todo lo demás que he escrito en el post. Es el recuento de votos de todos los candidatos en cada categoría, que es el siguiente:

  • Cultura: 80 185
  • Deportes: 88 475
  • Empresa: 88 410
  • Sociedad: 89 108

Deportes, empresa y sociedad tienen todos una cantidad muy similar de votos, no llega a 700 la diferencia máxima entre ellas. Sin embargo, en cultura hay un desfase de 8000 votos con respecto al resto. Quiero recordar que las papeletas de voto van juntas las cuatro categorías, y si bien no es obligatorio votar a todas, creo que es bastante extraño dejar de votar sólo una. Y a fin de cuentas esto es Huesqueta, que nos conocemos todos, y raro será que de los diez candidatos no se conozca a alguien. Hay que tener en cuenta, además, que los resultados obtenidos en el concurso del año pasado (publicados el 9 de enero de 2009) fueron 66270, 65860, 65148 y 65553 para esas mismas categorías; unos valores mucho más parecidos entre sí. ¿Cómo se explican esos 8000 votos que «faltan»?

Por estar al tanto del asunto, he constatado un hecho que probablemente mucha gente no haya advertido si no ha ido apuntando la progresión de los votos obtenidos por cada participante. En esta casa, desde finales de noviembre, se han ido anotando en una hoja de cálculo los resultados provisionales que el Diario del Alto Aragón publicaba todos los martes, jueves y sábados por la simple curiosidad de ver el progreso de los candidatos. Debo especificar que en el momento en que se empezaron a anotar los resultados, se tomó a los cinco primeros, de modo que no está incluida la Feria del libro Aragonés de Monzón (han quedado cuartos), e iba a resultar especialmente trabajoso buscar los datos de la misma para incluirlos. Cualquiera puede comprobar éstos y el resto de datos que voy a publicar en la hemeroteca virtual del Diario del Altoaragón, o en la de cualquier biblioteca. Veamos la gráfica que se obtiene de estos datos.

total_votos

Menuda escalada de todo el mundo en la recta final. Esto será debido con bastante seguridad a que el Diario del Alto Aragón no publicaría cada día exactamente todos los votos, y además a que la mayoría de los implicados se guardarán unos cuántos para echarlos el último día y darle más emoción al asunto.Y que probablemente mucha gente se va dejando por pereza y manda todo a última hora. También se puede ver cómo durante el resto del tiempo todos van creciendo más o menos en la misma proporción, incluso en este final, excepto el ganador, con un ascenso final espectacular.

Quizás se vea esto de forma más clara al ver la diferencia de votos entre un día y el siguiente. Para hacer esto, no tenemos más que restar a los votos de un día, los del día de recuento anterior.

diferencia_votos

Bueno, esto es lo que se veía en el otro gráfico, pero algo más claro. Es el incremento de votos tras cada recuento. Vemos que todos se mueven entre 50 y 1000 durante todo el proceso. De hecho, la media de votos de los tres primeros está en torno a los 500 votos cada vez, y los otros dos unos 300 y 200. Estas medias han sido calculadas sin tener en cuenta la votación final. ¿No resulta increíblemente sospechoso el meteórico ascenso de Beulas tras el último recuento provisional? Son 1400 votos del sábado al martes, frente a los doscientos o trescientos del resto. Este día, El Teatro de Robres, José Beulas, y Estirpe de Aragonia, tenían 9713, 9513 y 8864 puntos respectivamente.

Pero si esto resulta inquietante, la suma de votos con la que ha finalizado el concurso ya es de órdago. Tras éste último recuento, el martes 29 de diciembre, sólo quedaba el día siguiente para enviar nuevos votos (más los que pudieran quedar sin contar). La diferencia de votos entre la última votación provisional y el resultado final, es la siguiente:

  • José Beulas: 6122
  • Estirpe de Aragonia: 3604
  • Teatro de Robres: 3560
  • Hato de foces: 3155
  • Viridiana: 2193

Parece que todos los números son bastante similares salvo uno.

Pero todavía podemos jugar algo más y ver otra nueva gráfica. Ahora he juntado los datos por semanas para tener una información más homogénea, en lugar de que haya diferencias de dos y tres días según la fecha. Así, como están anotados los votos desde el martes 24 de noviembre, éstos han sido sumados a los del jueves 26 y sábado 28, y los siguientes se han ido agrupando de la misma forma. La única diferencia está en la última semana, que era martes y lo siguiente ya era la votación final, así que he juntado estos dos en una sola. Esto es algo arbitrario, pero mejor tener un dato anómalo que los dos (un día y una votación final frente a datos semanales) y el resto eran sumas de tres días y éste no. La gráfica que obtenemos tiene la siguiente pinta:

crecimiento_semanal

Creo que la gráfica habla por sí misma, sobre la última semana, así que creo que no tengo que añadir nada al respecto. No obstante, llama la atención la caída generalizada de votos la última semana. Si nos fijamos en las fechas, es del 22 al 26 de diciembre, inicio de la Navidad, los compromisos familiares y las compras apresuradas, amén del 25 de diciembre, que no hay periódicos. Así es natural que la gente envíe menos votos porque va más justa de tiempo (e incluso un día no pudieron comprar el periódico). Esto hace suponer que el tanteo de votos que presenta el Diario del Altoaragón no irá muy desencaminado del total de votaciones obtenidas hasta la fecha de publicación de cada recuento.

Al obtener los datos por semanas me he fijado en otro detalle muy escalofriante. El sábado 26 de diciembre, a falta de dos recuentos (el final provisional del 29 y el final real de ayer)  José Beulas tenía 8111 votos. En esos cuatro días hasta el final del concurso obtuvo 7524 votos. Esto supone que en los cuatro últimos días obtuvo el 92% de los votos que consiguió durante los dos meses anteriores que duró el concurso. También esta cantidad representa el 48% del total de votos finales que obtuvo.

Sin saber nada más, estos dos porcentajes ya son feos, si los comparamos con la Pajarita de Plata y la Pajarita de Bronce lo son aún más. En a el Teatro de Robres, los votos de la última semana representaron el 41% de lo obtenido hasta ese momento; en el caso de Estirpe de Aragonia, el 45%. Estos datos se corresponden con el 92% de Beulas.

Los votos de la última semana del Teatro de Robres comparados con el total final representaron el 29%, y los de Estirpe de Aragonia el 31%. Para Beulas supusieron el 48%.

Para invitar a la reflexión sobre estos datos, me gustaría reseñar dos cosas que nada tienen que ver entre sí, pero a mi juicio están conectadas de algún modo con los resultados:

  • Según los datos más recientes de la Oficina de Justificación de la Distribución (OJD), la empresa española que se encarga del control de la tirada y difusión de los medios de comunicación, el promedio de tirada del Diario del Alto Aragón en el periódo Julio 2008 a Junio 2009 fue de 8548 ejemplares, con un promedio de difusión de 7421. Recuerdo que las votaciones se efectuan con un formulario al respecto que viene de forma individual en cada periódico durante el periodo que dura el concurso.
  • Quiero apuntar a la ampliación que se está proyectando del CDAN, que justo salió en prensa el 28 de diciembre, un día antes del primer meteórico ascenso. También recordar las críticas que ha sufrido desde el comienzo el proyecto CDAN, especialmente por su situación en las afueras o su presupuesto de casi dos millones de euros,aunque este año han sido recortados a la mitad. Los intereses que hay creados en las altas esferas con respecto a la buena presencia de esta Fundación creo que están bastante claros.

También pongo a disposición de cualquiera que quiera la hoja de cálculo en la que están anotados todos estos datos. Cualquiera puede buscarlos por sí mismo, pero es una tarea de lo más tediosa (si alguien está interesado, también tengo un área de trabajo de R con los datos cargados, sólo tiene que pedirlos).

Sobre el trabajo y la tecnología

Acabo de leer unas interesantes reflexiones que hace Bertrand Russell en un artículo titulado Contra el trabajo, aunque en otras fuentes lo presentan como Elogio de la ociosidad. En las dos últimas creo que está íntegro, a diferencia del primer enlace, pero es donde lo he empezado a leer (enlazado por alguien en los comentarios de esta noticia sobre la venta de robots para asistir a personas en su vida diaria).

Copio un par de párrafos (las negritas son mías) que ilustran muy bien una idea muy importante sobre nuestra sociedad:

«Gracias a la técnica moderna podría reducirse considerablemente la cantidad de trabajo necesaria para asegurar que todos tengan lo imprescindible. Esto se hizo evidente durante la segunda guerra mundial. En aquel entonces, todos los miembros de las fuerzas armadas, todos los hombres y mujeres ocupados en la fabricación de municiones, todos los hombres y mujeres dedicados al espionaje, a hacer propaganda bélica o que se desempeñaban en las oficinas militares, quedaron al margen de las labores productivas. A pesar de ello, el nivel general de bienestar material entre los asalariados no especializados de las naciones aliadas fue más alto que antes y que después. La importancia de este hecho quedó encubierta por las finanzas: los préstamos creaban el espejismo de que el futuro estaba alimentando el presente. Pero esto, desde luego, era imposible; un hombre no puede comerse una rebanada de pan que aún no existe. La guerra demostró de modo concluyente que la organización científica de la producción permite que la población moderna goce en un bienestar considerable con sólo una pequeña parte de la capacidad de trabajo mundial. Si la organización científica (concebida para permitir que algunos hombres lucharan y fabricaran municiones) se hubiera mantenido después de la guerra, y se hubiera reducido a cuatro horas la jornada laboral, todo habría marchado perfectamente. En lugar de ello, se restauró el viejo caos: aquellos cuyo trabajo era necesario se vieron obligados a trabajar largas horas, y al resto se le condenó a morir de hambre por falta de empleo.»

[…]

«Supongamos que cierto número de personas trabaja en la manufactura de alfileres Digamos que en ocho horas diarias hacen tantos alfileres como el mundo necesita. Alguien inventa un método con el cual el mismo número de personas puede duplicar el número de alfileres que hacía antes. Pero el mundo no necesita duplicar ese número de alfileres: los alfileres son ya tan baratos que difícilmente podría venderse uno más a un precio inferior. En un mundo sensato, todos los implicados en la fabricación de alfileres pasarían a trabajar cuatro horas en lugar de ocho, y todo lo demás continuaría como antes. Pero en el mundo real esto se juzgaría desmoralizador. Los hombres siguen trabajando ocho horas; hay demasiados alfileres; algunos patrones quiebran, y la mitad de los hombres antes empleados en la fabricación de alfileres son despedidos y quedan sin trabajo. Al final, hay tanto tiempo libre como en el otro plan, pero la mitad de los hombres están absolutamente inactivos, mientras la otra mitad trabaja demasiado. De este modo queda asegurado que el inevitable tiempo libre produzca miseria por todas partes, en lugar de ser una fuente de felicidad universal. ¿Puede imaginarse algo más insensato?»

Creo que plantea cosas muy lógicas e interesantes que más de uno ha tenido que pensar en alguna ocasión. Desde que leí RUR: Robots Universales Rossum, tengo claro que éste sería el bonito futuro de la Humanidad: robots realizando todos los trabajos, cultivando toda la comida, descargando de todo ello a los humanos, y permitiéndoles pensar. En una sociedad así no sería necesario el dinero, habría recursos para todos y las personas podrían dedicar su tiempo a las relaciones sociales, al ocio, a investigar, a educarse, al conocimiento: a ser humanos. También he descubierto una iniciativa que busca este fin, The Venus Project.

Sin embargo, como bien indica Russell, se está haciendo todo lo contrario, tomando el camino irracional, el egoista, el injusto. Pero es lo que tiene estar en manos de un montón de hijosdeputa que sólo piensan en acumular dinero.

Si volvemos al ejemplo de los alfileres que he citado antes, veremos claramente que el dueño de la fábrica va a seguir ganando el mismo dinero vendiendo alfileres, pero estará pagando la mitad de sueldos.

El taxista, ese violador de profesión

Esto es lo que parece insinuar la nueva iniciativa que ha comenzado recientemente en Madrid y Barcelona (importada de Londres, Alemania o Nueva York, entre otras) de crear un servicio de taxis sólo para mujeres. Los taxis rosas, como les denominan, sólo pueden ser conducidos por mujeres y éste es también el único sexo del que aceptan clientes.

Lo que afirma su creadora es que así las mujeres se sienten más seguras al pedir un taxi: «El objetivo de estos servicios es evitar asaltos, insinuaciones incómodas o incluso violaciones, sobre todo producto de taxis ilegales».

Lo más aconejante es el principio del artículo en el diario Público:

«Es una calle estrecha y oscura. Son las 12 de la noche. Mireia oye pasos. Son los suyos. Se tranquiliza. A los pocos metros, siente otra presencia. No está sola. Se asusta y acelera el ritmo. Se siente vulnerable. No sabe quién hay detrás. Aunque sí sabe que es un hombre. Por su cabeza pasan decenas de posibilidades y ninguna buena. Al final de la calle, ve a una pareja. Respira hondo y sonríe. No está sola: sólo ha sido un susto.»

Pensaba que al final aparecería un taxista que agrediría sexualmente a Mireia, pero no, después del cuento empieza la «noticia» hablando de lo inseguras que se sienten las mujeres en su día a día y de cómo han hecho aparcamientos sólo para mujeres en Alemania. ¿Y en qué consisten? No, no es que dejen más sitio para aparcar (el chiste estaba a huevo), es que son zonas más iluminadas y con pulsadores de alarma en cada plaza de aparcamiento.

Que puedo ver razonable que se hagan aparcamientos y zonas mejor iluminadas y con mayores medidas de seguridad (no sólo para mujeres, sino para alejar a toda la calaña que se acerca a lugares oscuros como los jodidos gorrillas), pero una medida como ésta no hace sino señalar a un colectivo de trabajadores como presuntos y casi seguros agresores sexuales, lo cual me parece no sólo absurdo, sino una barbaridad.

En unos años podremos manipular el cerebro

Buescando otro artículo que leí la semana pasada, acabo de leer por casualidad (un título atractivo) la entrevista Leeremos y manipularemos el cerebro como queramos que Gabriela Cañas realizó a Carlos Belmonte y que fue publicada el domingo pasado en El País Semanal.

Carlos Belmonte es catedrático de Fisiología y fundador del Instituto de Neurociencias de Alicante, del que fue su director hasta hace dos años. Además de estar al tanto de toda la investigación más puntera del cerebro, también parece ser una eminencia en el conocimiento de qué es el dolor. Sobre este tema concreto he encontrado otra interesante entrevista del 2006 en la que afirma, entre otras cosas, que «es verdad que vivimos instalados en una sociedad hedonista: no queremos que nos duela nada. Y en parte está bien, ya que creo que el dolor, una vez que te ha avisado de que existe una lesión, debe eliminarse».

En la entrevista publicada en El Pais Semanal, también comienza hablando del dolor, pero rápidamente pasa a reseñar lo mucho que está avanzando la investigación del cerebro y cosas que podremos hacer pronto con total seguridad como el borrado de recuerdos que trataba Eternal Sunshine of the Spotless Mind y que en el 2004 parecía una auténtica obra de ciencia ficción. Carlos Belmonte dice:

«Ya se está aplicando al estrés postraumático con gente que ha participado en guerras como las de Irak o Afganistán. Ese síndrome impide dormir a la gente, que se despierta horrorizada porque el cerebro conserva las experiencias más traumáticas para poder evitarlas en el futuro. Gracias a ello hemos sobrevivido a nivel evolutivo. Para esa gente se ha encontrado el remedio: borrarles selectivamente ese recuerdo. El debate ético a plantear es dónde poner los límites.»

Me ha llamado también la atención la forma científica de definir la madurez de una persona, y que explica por qué en la mayoría de sociedades se alcanza el «estatus» de adulto de los 18 a 21 años. Es debido a que «hay una zona del cerebro, la corteza orbitofrontal, que es la última en desarrollarse y es ahí donde se establecen los circuitos que inhiben conductas impulsivas y que determinan nuestras valoraciones éticas y nuestra empatía emocional con otros. A los 18, 19, 20 años de un individuo, todavía se está engrosando esa zona cerebral». Así, no tiene ningún sentido reducir el margen de edad en el que se mueven los niños simplemente por motivos sociales o éticos, sino que se trata de un hecho puramente científico. Por mucho que un niño ahora se forme intelectualmente antes que hace unos años, todavía le queda a su cerebro un trecho por terminar de alcanzar la madurez a la hora de aceptar responsabilidades.

Otro comentario suyo me ha recordado a los temas tratados por John Searle en su ensayo sobre el libre albedrio que recientemente leí:

«Le voy a poner otro ejemplo de los desafíos a los que nos enfrentamos. El sentido de la responsabilidad es un concepto muy discutible en términos neurológicos. Hay un experimento también increíble. [Se ríe]. Se pone a prueba a una persona para que elija entre salvar a un niño o salvar a diez ancianos. No puede hacer ambas cosas a la vez. Pues bien, registrando la actividad cerebral de la persona que va a decidir, sabemos 100 milisegundos antes de que lo haga que va a salvar al niño o a los ancianos. Podemos saberlo e incluso estimularle de manera que tome una decisión distinta. En los dos casos, el individuo aportará una explicación racional a posteriori sobre la decisión tomada.»

Da mucho que pensar sobre cómo funciona el cerebro y nuestra concepción de la realidad. ¿Acaso tomamos decisiones por algún motivo que no conocemos, y luego tratamos de darles una explicación racional acorde a premisas que sí conocemos? ¿Es un mecanismo de defensa buscando alguna paz interior? Me parece un planteamiento muy interesante.

Monólogos por la beneficencia

Hostia, un sábado por la noche conectado, y aún encima escribiendo en el blog. Llevo un trancazo de cojones y paso de empeorar, que en la calle ahora mismo estábamos a cinco bajo cero, y la noche está empezando.

Vengo de reirme un rato en el bar Charada, abierto recientemente en Huesca y que hoy acogía (por segundo o tercer día durante el último mes) a los muchachos de Monólogos por la beneficencia.

Éstos son el primer grupo de monologistas en Zaragoza, que llevan desde el 2000 haciendo reir a la gente. Sabía que todos los jueves actúan en el Juan Sebastian Bar de la capital (de hecho casi todos los días actúan en diversos bares semanalmente), pero nunca me había decidido a ir hasta hace un par de semanas.

Debo confesar que fui con bastante escepticismo: pensaba que serían un grupo de aficionados y que iba a ver un espectáculo de lo más mediocre; pero me equivocaba completamente. Y vaya si me reí. Disfruté muchísmo más que cualquier vez que haciendo zapping acababa en la Paramount y tenía que cambiar a los cinco minutos para no deprimirme ante el inminente final del humor (salvo honrosas excepciones —tres enlaces—).

En Zaragoza primero disfrutamos de Charly Taylor, un inglés que probablemente lleve viviendo aquí más que yo, y del irreverente Diego Peña. Me encantaron ambos, pero creo que preferí al segundo.

Hoy en Huesca, ha repetido Charly Taylor, lamentablemente (o por fortuna) con el mismo monólogo sobre las drogas que vi hace un par de semanas, peor es tan bueno que me he reído como la primera vez. El segundo monologista de hoy ha sido Mariano Bartolomé, y pese a que también nos hemos reído de lo lindo, ésta vez me ha gustado más el de Charly (aún siendo repetido). Más que nada porque el monólogo de Mariano era de un tema tan manido como las hipotécas y el tamaño de los pisos, con alguna coña de suegra incluida. Y sí, lo hacía bien e incluía alguna barbaridad de cosecha propia, pero lo ha enfocado de una forma tan habitual que no hace tanta gracia como el resto. Vale que las drogas puedan ser también muy recurrentes, pero no cómo en el monólogo de Charly Taylor. Y cosas como la jota reagge y el blues jotero que mezcló Diego Peña en el Juan Sebastian Bar hace dos semanas, tampoco son nada habituales, y lo hizo extremadamente bien.

Por si a alguien le interesa, en Youtube hay unos cuantos, aunque monopolizados por Diego Peña.

Sin lugar a dudas, lo peor de la noche ha sido un grupo de maleducados que no han parado de cascar durante todo el tiempo, pese a los constantes tchsss! de la multitud. Lo mejor de todo es que en ese grupo había una pedorra que no sólo se limitaba a molestar a la gente de alrededor con su cacareo constante, sino que aún encima ha tenido la poca vergüenza de gritar inoportunamente a los monologuistas. Y digo lo mejor, porque son gente con tablas y pensamiento rápido.

El inglés, durante su monólogo, nombra en varias ocasiones el Heraldo de Aragón (lo cual queda estupendo con ese acento) y tras mentarlo la primera, la maleducada de la que hablaba ha gritado «Viva el Heraldo de Aragón». Que ya de por sí está fuera de lugar, pero tampoco queda excesivamente mal en un ambiente familiar como son estos monólogos en un pequeño bar, pero es que Charly le ha contestado algo, y la otra le ha replicado, y así varias veces. Joder, si has hablado fuera de lugar y estás molestando, lo lógico es que te calles de una puta vez y dejes seguir el monólogo, pero la lorita quería tener la última palabra. Así que al final, Taylor, sin perder la compostura, y con todo el humor del mundo le ha explicado que estaba haciendo un monólogo: es decir, que sólo hablaba él, puesto que sino sería un diálogo. Todos hemos roto a aplaudir.

Durante el resto de la actuación tenía que nombrar en más de una ocasión al diario y, para evitar nombrar el Heraldo de Aragón, ha ido diciendo otros distintos, añadiendo más coña al monólogo de una forma que no hubiera tenido si todos los espectadores se hubieran comportado como debían.

Cuando le ha tocado el turno a Mariano Bartolomé el mismo grupito no paraba de cascar. Y dale perico al torno. Pero esta vez bastante más alto que antes, que ya hasta le molestaban a él y ha llegado un punto en el que se ha quedado callado mirándoles, al hacerse el silencio se han dado cuenta de que sólo se les escuchaba a ellos. Entonces, la misma maleducada que nos ha estado dando el coñazo todo el tiempo, le ha espetado «Oye, es que hablas muy rápido«. Y  (joder, es que no se le pueden dejar a un profesional del humor tan a huevo, que esa te la contesto hasta yo) el tipo le ha contestado con toda la sorna que ha podido «¿No será que tú eres muy lenta?«. Y ahí sí que se ha ganado el aplauso más gordo de la noche. Poco después se han ido del bar antes de finalizar el monólogo, no sé si porque habían quedado, o porque se habían cansado de verse humillados, con todas las de la ley.

Trancazo

Esta mañana me he levantado acojonado pensando que me había quedado dormido en algún rincón de la Estrella de la Muerte y que tenía a Darth Vader delante de mí, dispuesto a matarme.

Luego me he dado cuenta de que era yo, que llevo un trancazo que al respirar sueno como Darth Vader.

Éste es un nivel de resfriado por encima de Toser-como-un-viejo o estar-más-caliente-que-ésta.

Hurbert Dreyfus contra la IA

Actualmente estoy leyendo Máquinas que piensan, de Paloma McCorduck, un apasionante relato sobre la historia de la Inteligencia Artificial, que cuenta tanto con anécdotas y citas de otros lugares, como con entrevistas de la propia autora a los verdaderos protagonistas de toda «la movida» de la IA allá por los 50. No lo he terminado pero puedo asegurar que es obligada lectura a todo aquel que disfrute con anécdotas de científicos al más puro estilo Historias de la Ciencia, especialmente si está interesado en la inteligencia artificial. Pero vayamos al caso.

A finales de los 60, un filósofo llamado Hurbert Dreyfus comenzó a atacar a diestro y siniestro esta rama, empezando con la publicación de un libro titulado «Alquimia e inteligencia artificial«. Al principio se le tomaba en serio y se debatían intensamente sus ataques hacía la IA, pero llegó un punto en el que el tipo se debió de desquiciar y dedicó el resto de su vida a dar charlas y escribir artículos criticando con total obcecación y nula imparcialidad a los investigadores y sus objetivos.

Seymur Papert estaba preparando una pequeña monografía sobre las dificultades para aceptar la idea de la inteligencia artificial, así que decidió ilustrar uno de sus artículos con un caso real de una crítica de Dreyfus y la siguiente cita está sacada de ahí.

«Pienso que tal vez en un sentido más profundo ése es el problema de la gente que nuca ha programado un ordenador [continuó Papert], y que quieren reflexionar acerca de si es posible la IA. Realmente parece monstruoso que esto sea posible. Tú les dices que un programa ha sido escrito para que haga tal y tal cosa y que así es como lo hace. Entonces ellos piensan en un programa ligeramente diferente. Cualquier programador vería de inmediato cómo ampliar el programa para cubrir ese problema. La gente como Dreyfus no puede. De ese modo cualquier modificación del problema parece llevarlo fuera del reino de lo que puede programarse, y eso parece ser una debilidad insalvable de la inteligencia artificial.»

Hubo un momento en el que ya nadie dentro del campo se molestaba en replicarle, porque la mayoría de cosas que decía eran un sinsentido. Pamela McCorduck dice en el libro que «Newell y Simon, que son objetivos primarios de Dreyfus, llegaron a la conclusión de que cualquier refutación formal sólo conseguiría dar más propaganda a Dreyfus. La ciencia, piensa Newell, vive porque un científico recoge el trabajo de otro, bien para refutarlo o para corroborarlo». Más tarde, Papert se arrepintió de haber tomado unas críticas de Dreyfus para elaborar el artículo que he citado previamente, afirmando que «Dreyfus no se enfrenta realmente con los problemas: se queda demasiado cerca de la superficie».

En sus artículos utilizaba citas de investigadores de la IA sacadas completamente de contexto para desprestigiarlos, y se aprovechaba de predicciones «fallidas» para ahondar en el fútil objetivo de desarrollar una Inteligencia Artificial. Con el paso de los años, insistió en que la disciplina se había estancando, a lo que más de uno comentó jocoso que eso significaba que los artículos se habían convertido en demasiado difíciles de leer para él.

Probablemente uno de los sucesos qué más recordará la comunidad de la IA de aquellos tiempos fue cuando Dreyfus aceptó jugar una partida de ajedrez contra un ordenador en 1966. Él había afirmado un año antes en uno de sus artículos que «ningún programa de ajedrez puede jugar ni siquiera ajedrez amateur», así que a Seymur Papert le pareció divertido organizar una partida de ajedrez entre el filósofo y el último programa de ajedrez que se había desarrollado hasta el momento, el MacHack de Richard Grenblatt. El ataque de Dreyfus se fundamentaba, especialmente, en un enfrentamiento anterior en el que un niño de diez años venció a una computadora.

Hay que aclarar que en esos años los programas de ajedrez no eran como ahora, ni mucho menos. El primer programa que jugaba al ajedrez fue desarrollado por Alan Turing en 1952 y ningún ordenador podía ejecutarlo. La única partida que se jugó, fue el propio Turing quién simulaba la ejecución, tardando hora y media con cada movimiento. Perdió la máquina.

No fue hasta finales de los 70 y principios de los 80 cuando se consiguieron desarrollar programas que llegaron a ganar torneos importantes y adquirir la categoría de Maestro. MacHack, situado entre ambas épocas, fue el primer programa con capacidad de jugar torneos de segunda, y venciendo a humanos en éstos.

Debo recordar que hubo que esperar hasta 1997 para ver cómo Deep Blue derrotaba al campeón mundial del momento, el Gran Maestro Gari Kaspárov. Aquella partida fue muy sonada, y probablemente sea uno de los hitos más famosos de la Inteligencia Artificial reciente. Sin embargo, creo que fue una victoria bastante controvertida, y que IBM jugó bastante sucio a continuación, aunque ésta ya es otra historia.

Bien, una vez puestos en contexto del estado del software que jugaba al ajedrez, debo decir que el enfrentamiento entre Dreyfus y MacHack, fue algo que sorprendió incluso a los principales investigador de IA del momento. Hasta la mitad de la partida todo el mundo estaba seguro de que ganaría el humano, pero hubo un momento en el que Dreyfus puso contra las cuerdas a la máquina, y ésta encontró una solución brillante que cualquier jugador de ajedrez habría disfrutado ejecutando.

Tras recibir el jaque mate por parte de MacHack, Dreyfus aseguró que su afirmación anterior no se refería a que no se pudiese lograr jamás un programa que jugase ajedrez amateur, sino que hasta ese momento no se había conseguido. Y que de hecho, MacHack le ganó a él, un jugador amateur. La polémica estaba servida cuando el siguiente número de una revista de IA publicó un artículo sobre la partida con el título: «Un niño de diez años puede vencer a una máquina, Dreyfus». Y el subtítulo: «Pero la máquina puede vencer a Dreyfus».

En lugar de tomárselo con filosofía (chiste fácil) aceptando la derrota y que se hiciese alguna gracia al respecto, protestó y escribió una carta en la que utilizaba un lenguaje en el que se le veía francamente ofendido. Herb Simon escribió una carta abierta dirigida a Dreyfus, con el título «Tranquilízate, amigo!». El original puede encontrarse en el archivo digital de todos sus escritos. Como no he encontrado una traducción por internet, copiaré la que aparece en el libro de Pamela McCorduck (la traducción del libro es de Dolores Cañamero). Publicar esta carta había sido mi propósito inicial cuando empecé este post, pero se me ha ido de las manos y supera las 1000 palabras, pero sin entender el contexto en el que fue escrita carece de todo interés. Si habéis conseguido llegar hasta quí, disfrutad del mordaz Simon.

«Estimado profesor Dreyfus:

Me ha molestado un poco su reciente carta a SIGART, protestando por los comentarios acerca de su derrota a manos de MacHack, el programa de ajedrez de Greenblatt. Una persona que utiliza la yuxtaposición de los nombres «Alquimia e inteligencia artificial» apenas puede pretextar ignorancia en el uso de la retórica o gritar «cerdo» cuando un editor insinúa algo yuxtaponiendo los resultados de una partida de ajedrez con una cita de uno de los jugadores. Tal persona, en conciencia, no podría ni siquiera protestar porque le contesten con el mismo tipo de retórica que él empezó a utilizar hace cinco años, y ha continuado, en escalada desde entonces.

¿Cuáles son los hechos? Un hombre que mostró un gran entusiasmo al escribir que «Un aprendiz de 10 años» había ganado a un determinado programa de ajedrez ha sido derrotado, y derrotado profundamente, por MacHack. Ningún hecho por sí mismo prueba demasiado sobre el presente o el futuro de los programas de ajedrez, pero los dos hechos pueden interesar y despertar emociones en personas que ya están apasionadamente comprometidas con ciertas conclusiones (a favor o en contra) en estos temas. Protestar contra un divertido comentario sobre la victoria de MacHack muestra o bien u deseo de aplicar la reglas de la retórica de forma asimétrica, o bien un compromiso emocional tan profundo como para no poder ver la asimetría. Usted debería reconocer que es probable que algunas de las personas que han sido mordidas por los afilados dientes de su prosa, en su debilidad humana, devuelven el mordisco; porque, aunque usted tiene una considerable destreza en el arte de polemizar, no tiene la patente.

La discusión sobre la filosofía y el status, de la inteligencia artificial saldría beneficiada de una desescalada. Puesto que usted ha aportado algunos de los pasajes más enérgicos acerca del tema, permítame sugerirle que usted bien podría empezar a enfriar el asunto; recobrar su sentido del humor podría ser un buen primer paso. Ya ve, lo verdaderamente cómico de la partida Dreyfus-MacHack, como cualquier otro jugador de ajedrez que lo intente le dirá, no es que usted fuera derrotado. Lo cómico es que el programa de Greenblatt exhibió en esta partida muchos de los fallos humanos que usted cometió (no ver mates obviamente inminentes, por ejemplo) y aún así le dio una paliza –por los pelos–. Fue una verdadera película de suspense en la cual una parte marginal de inconsciencia superó a otra. MacHack se comportó no como un «ordenador omnisciente» (para citarle a usted fuera de contexto), sino como un frágil y en ocasiones desesperado humanoide; incluso, podríamos decir, como usted y yo.»

La mayoría de la información que he publicado en esta entrada, así como todas las citas, están sacadas del libro Máquinas que piensan: Una incursión personal en la historia y las perspectivas de la inteligencia artificial, de Pamela McCorduck (traducción española de Dolores Cañamero).